hay a quien no le gustan, pero el que esto escribe es un
forofo de ellos y tenía una hermosa colección, con muchos de ellos muy
antiguos, que perecieron hechos añicos en una de las mudanzas que hice. Ya se
sabe que los transportistas no son personas que traten con especial cariño la
paquetería. Esperemos que sus parejas reciban de ellos mejor trato.
Aunque parece que en su origen los “siurells” fueron
utilizados como silbato por los pastores e incluso como instrumento musical,
también sirvieron como juguetes. Ahora son relativamente difíciles de encontrar
si no es a precios desorbitantes o en alguna de las “Fires del Fang” (Ferias
del Barro), especialmente la que se celebra en Marratxí. Claro, ¿cómo van a
quererlos los chicos de hoy si los “siurells” no incluyen una pantalla, no se
mueven, no matan marcianos y no tienen nada que ver con el rollo ese de la
realidad virtual? Hoy en día si a alguien se le ocurriera regalar un “siurell”
a un muchacho, es muy probable que regresara a su casa con un chichón
consecuencia de un “siurellazo”. Ahora los chavales solo encuentran la belleza
en el electrón, el protón, el neutrón o el botellón. Ellos se lo pierden. Allá
por los años 70 del siglo pasado Baltasar Porcel decía:
“Fatal y lógicamente, el mundo del “siurell” tiene poco que
ver con la dinámica social de hoy, en la que el niño se encuentra inscrito
automáticamente. Han tenido que ser la cultura, el esnobismo, los “souvenirs”
turísticos quienes han salvado las inefables figuritas. Yo no puedo ocultar una
cierta tristeza al verlas convertidas en piezas de museo, en “bibelots”, en
detalles decorativos: toda conservación, mustios ya la vitalidad y el
funcionalismo, tiene algo de tumba. En este caso, de insignificante y
enternecedora tumba, en la que persiste un fresco y lejano hálito de romería,
de juego, de edad dorada”.
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