26 de junio de 2019

Las antiguas murallas de Palma

Por Lorenzo Miró

I. Primitivos recintos de Palma

Plano del asentamiento romano
Es posible que, antes de la dominación romana, existiera un poblado de pescadores en el actual barrio de la Seo, y que estuviese ya protegido por una muralla cuyo emplazamiento quizás coincidiera con el actual Palacio de la Almudaina; pero sobre esto no es posible sino hacer conjeturas. Durante la dominación romana, Palma fué aumentando paulatinamente. La Ciudad abarcaba ya lo que en tiempos árabes fué conocido con el nombre de la Almudaina.
¿Cuándo se construyó su muralla? es difícil precisarlo; lo más probable es que fuera obra de principios del siglo IV y que tuviera como fin defenderla de los ataques de los vándalos. En la construcción debió intervenir un oficial romano llamado Manlio, cuyo nombre se aplicó a una sección de este muro. El documento más antiguo que se conserva con la descripción del recinto árabe de Palma, es una crónica escrita después de la conquista de Mallorca por los pisanos y sus aliados en 1115, redactada probablemente por un testigo ocular de la misma. En ella se nos habla de tres recintos amurallados; el primero era la fortaleza de la Almudaina, una de cuyas puertas todavía se conserva en la calle de su nombre, que encerraba el palacio real; el segundo recinto es el que el autor de la crónica llama Urbs Vetus (ciudad antigua), quizás para indicar que su construcción databa de fechas anteriores a la conquista islámica. Comprendía esta Urbs Vetus lo que ahora conocemos con el nombre de ciudad alta, aunque en el interior venía limitada por la actual calle de la Unión, que formó parte, hasta el siglo XV, del cauce de la Riera. El tercer recinto lo formaba lo que los árabes llamaban Arabat-Al-Gidit o ciudad nueva, cuyo recinto abarcaba los otros dos y cuyo trazado coincidía en los puntos principales con el cristiano, exceptuando a S'Hort d'En Moranta, que permanecía fuera del mismo. Las murallas que abandonaron los pisanos eran las mismas que un siglo después encontró Jaime I y que con sucesivas reparaciones subsistieron hasta mediados del siglo XVI. Los únicos restos que se conservan de dicha muralla constituyen, todavía, el muro exterior del actual convento de La Concepción.

II. Historia de los hechos acaecidos en la muralla árabe

Desembarcado Don Jaime I en Mallorca en 1229 y después de someter fácilmente a los pueblos y de salir victorioso de la batalla trabada en las faldas de Na Burguesa, puso sitio a la Ciudad. Fracasaron las negociaciones de paz y las tropas cristianas se prepararon para la expugnación de la Ciudad. Después de numerosos ataques lograron las huestes sitiadoras, mediante la excavación de minas, abrir una fuerte brecha en los muros de la Ciudad, no muy lejos de la Puerta de Santa Margarita, por donde es tradición que entró el Rey. Los sitiados trabaron desesperada lucha en lo que es actualmente la calle de San Miguel, y fueron retrocediendo hasta encerrarse en la ciudadela de la Almudaina, en donde se rindieron al poco tiempo. Éstas tropas poco después entraron por la puerta de Bab-al-kfol (que sería conocida luego como de la Conquista o de Santa Margarita) y tomaron y pasaron a cuchillo a la población de la ciudad (diciembre de 1229) y se apoderaron de la isla en pocos meses, salvo un pequeño núcleo de resistencia musulmana que logró mantenerse en la Serra de Tramuntana hasta 1232. Después de pasar a cuchillo la población de Madina Mayurqa, la cantidad de cadáveres fue tal que se produjo una epidemia que diezmó el ejército de Jaime I. Por añadidura, los nobles catalanes intentaron quedarse con el botín provocando una revuelta que debilitaría aún más el poder militar de Jaime I. Los pobladores musulmanes huyeron a África o fueron esclavizados, mientras que la isla fue repoblada con gente del Reino de Aragón y de los condados catalanes.

El rey Jaime I de Aragón entrando en Medina Mayurca 29 de diciembre de 1229

-Los Agermanados-
El agermanado Joanot Colom
Durante las perturbaciones políticas que asolaron Mallorca en los últimos años del siglo XIV y primeros del XV, iniciadas con el saqueo de El Call y matanza de sus moradores, que según Salcet ascendieron a 300, degeneradas después con la lucha entre los ciudadanos y los payeses, lucha no sólo militar, sino también política, descrita por Quadrado en su libro «Forenses y Ciudadanos», llegaron los primeros a poner sitio a Palma, produciendo grandes destrozos y robos en los campos vecinos, que Quadrado evalúa en más de 50.000 libras mallorquinas. Los agermanados, en 1521, se adueñaron de toda la isla excepto de Alcudia, y dirigidos por hombres como Joanot Colom, expulsaron al virrey Currea, que se refugió en Ibiza primero y después pasó a Alcudia. Los sediciosos hostilizaron Alcudia, llegando a sitiarla, pero, la llegada de refuerzos peninsulares, les obligó a levantar el sitio, pasando poco después al contraataque las fuerzas recién llegadas, a las que se juntaron muchos mallorquines. Rápidamente reconquistó Gurrea los pueblos del interior, aunque algunos de ellos le opusieron enconada resistencia, como Pollensa, en donde perecieron más de 200 personas. Terminada la reconquista de la isla, el Virrey acampó en La Real, mientras que en la Ciudad no sólo había reaparecido el espíritu de banderías, sino que también se había declarado la peste; tres meses duró el sitio, o más bien la espera de la rendición, al cabo de los cuales sus habitantes, hambrientos y diezmados, abrieron las puertas al Virrey. Colom y sus compañeros fueron ajusticiados a los pocos días.

III. La construcción de la muralla cristiana

La muralla árabe había ido perdurando gracias a las constantes reparaciones y reedificaciones parciales de que era objeto, además de que para mejor defensa de la Ciudad se le habían adosado algunos baluartes y pequeños torreones. Sin embargo, esta muralla no sólo se encontraba en un precario estado de conservación, sino que su mismo sistema defensivo resultaba ya anticuado y débil contra la artillería.  A primeros del año 1551, después de grandes esfuerzos y gracias al interés que en ello había tomado el Virrey Marrades, apoyado por los jurados de la Ciudad, se consiguió que el Rey aprobara la idea de la construcción de una fortificación nueva y ordenara el diseño de los planos al ingeniero flamenco Hugo de Contray. Quadrado señala, en su «Historia de la Conquista de Mallorca», la posibilidad de la existencia de unos planos anteriores debidos a un ingeniero italiano. La fortaleza fué edificada de acuerdo con el sistema italiano, que fué el predominante durante el siglo XVI y primera mitad del XVII , y que se eclipsó a la aparición del francés debido al general de Luis XIV, Vauban. La descripción de este recinto amurallado, según un plano de 1644, reproducido por el Archiduque Luis Salvador en su obra «La Ciudad de Palma», es la siguiente: La muralla estaba reforzada por 12 baluartes, 8 terrestres y 4 marítimos, y aparecía rodeada de un amplio foso, parte del cual estaba constituído por el cauce de la Riera. Excepto en la parte marítima, a principios del siglo XX este foso fué rellenado y en la actualidad constituye las Avenidas de Palma. De los baluartes se conservan dos angulares: el de San Pedro, terminado en 1646, en conmemoración de lo cual se colocó una placa, que  se conservaba en el desaparecido cuartel de San Pedro, y el del Príncipe o de los Capellanes, nombre que en la actualidad no se aplica y que debe su origen a haber corrido su edificación a cargo de la Curia mallorquina. El nombre de Baluarte del Príncipe se le aplicó en honor de Felipe II.



La forma de los baluartes era la misma en todos ellos, exceptuando los dos puramente marítimos, el de Chacón y el de Berard, que eran bastante más pequeños que los demás y tenían forma más o menos rectangular. Los restantes tenían la forma de un ángulo muy obtuso; el de San Pedro y el del Príncipe, casi rectos, sobresalían del resto de la construcción y eran ligeramente más elevados. Los nombres de los demás baluartes, algunos de ellos continuados en los de actuales barriadas, eran: el de Moranta, frente a la actual Residencia de Oficiales; el de Sitjar, cerca de la Escuela de Comercio; el de Jesús, en el arranque de la carretera del Cementerio, nombre que continuaba con el del camino, con el del Convento de Franciscanos y con el actual del Hospital Psiquiátrico, construído en el mismo solar del convento; el de Santa Margarita, junto a la actual plaza de la Conquista; el de Zanoguera, casi frente a la estación del ferrocarril; el de San Antonio, a la izquierda de la puerta del mismo nombre; a su derecha el de Socorrador, y el de San Jerónimo, detrás del Temple. Daban acceso a la Ciudad 8 puertas, de las cuales en la actualidad se mantienen los puentes de dos de ellas (la de Santa Catalina y la del Campo); y se conservan las de Calatrava y de la Portella.


La Puerta del Muelle en 1890
La principal, la del Muelle, situada frente a la calle de la Marina, fué desmontada y reconstruída en el jardín existente entre la Lonja y el Consulado de Mar. Las otras tres, de las cuales no queda rastro, eran la de Jesús, entre los Baluartes de Sitjar y de Jesús (después de la Plaza de Toros); la Pintada, frente a la estación del ferrocarril, y la de San Antonio, nombre que conserva su barriada. Para la construcción de la muralla se usaron piedras blandas, pues la intención de sus constructores, teniendo en cuenta la artillería y demás armas de la época, era que las balas disparadas contra la misma penetraran en la fábrica hasta una profundidad de dos o de hasta tres palmos y quedasen allí clavadas, evitando así toda clase de hundimientos y resquebrajamientos. Al construírse el nuevo recinto se tuvo en cuenta el constante y paulatino aumento de la ciudad, por lo que se incluyó en el interior del mismo S'Hort d'En Moranta y se rectificó toda la línea del trazado, aumentando ligeramente la extensión de la Ciudad en este sentido. La superficie así definida fué de unas 134 cuarteradas mallorquinas, o sea algo más de 123 hectáreas. La longitud de la nueva circunvalación era de algo más de seis mil quinientos metros.


Una acuarela de Ferrá
En el Ayuntamiento se conserva una serie de acuarelas debidas a Bartolomé Ferrá que nos permiten formar una idea de lo que fueron las murallas de Palma. La penuria que durante el siglo XVI asoló a nuestra isla, que alguna vez tuvo que ser aliviada por el trigo italiano, impidió que las obras se desarrollaran con el natural ritmo. En un principio se convino que los gastos serían sufragados por partes iguales entre la ciudad de Palma y el Rey, pero, la primera por la carestía y el segundo a causa de sus interminables guerras, pagaban con muy poca puntualidad. La constante amenaza de los desembarcos islámicos de que eran objeto los pueblos costeros, tales como los famosos de Sóller, Valldemosa, Mahón, etc., servían para mantener los ánimos y demostrar la palpitante necesidad de terminar la obra cuanto antes; en 1550 ya se reemplazaron con arcos de piedra algunos puestos de madera, como el de la puerta del Campo. La llegada a estas islas, en 1575, del ingeniero Jacobo Frantin, considerado como uno de los mejores de su época, reemplazado poco después por su hermano Jorge, contribuiría a que se acelerase la marcha de la construcción; fué idea de este ingeniero la construcción de las numerosas atalayas, cuyos restos todavía se conservan, que bordeando las costas mallorquinas estaban emplazadas en los puntos más estratégicos para avisar de incursiones piratas.


IV. Breve historia de las murallas

Una de las desgracias que cuentan en su haber las murallas de Palma acaeció en 1645, cuando el 29 de julio, el Virrey Torres, al frente de una fuerte escolta, salió por la Puerta Pintada con la intención de dar una batida contra unos malhechores. A poco de llegar a dicha puerta se le encabritó el caballo, con tan mala fortuna que el citado Virrey cayó al foso, falleciendo tres días después del desgraciado accidente. En el mismo sitio donde cayera el Virrey se colocó una cruz con una sentida indicación de la desgracia; al rellenarse los fosos se respetó la cruz, y en la actualidad se conserva en las Avenidas frente al Mango Kids (antigua Cafetería Alcalá), casi en el mismo sitio donde aconteció el hecho. Durante la Guerra de Sucesión, Mallorca, siguiendo el ejemplo dado por Cataluña, enarboló la bandera del Archiduque. En 1715, reconocido como Rey de España el Duque de Anjou, rendida ya Barcelona después de desesperada resistencia, Mallorca, gobernada por el Virrey Rubí, seguía en la defensa de los Austrias, alentados por el desembarco de una pequeña fuerza austríaca integrada por unos 1.200 hombres. Decidido a ser reconocido Rey, Felipe V mandó una fuerza expedicionaria compuesta de 19 regimientos, 12 españoles y 7 franceses, al mando del Caballero Bidal d'Asfeld. Esta fuerza sometió fácilmente y sin lucha a casi todos los pueblos de la isla, dirigiéndose después, por distintos caminos, contra la Capital. En ésta había una gran confusión, pues el espíritu derrotista había abierto grandes brechas entre sus moradores. A pesar de todo, éstos, en un principio, optaron por la lucha, recibiendo a cañonazos a las vanguardias borbónicas y realizando con éxito una pequeña salida de la que volvieron con botín y prisioneros. El buen sentido fué imponiéndose, y convencidos los defensores de la plaza de la inutilidad de la defensa contra tan numerosa y bien equipada fuerza, el Virrey Rubí decidió capitular, cuando estaba ya a punto de iniciarse un sitio formal.

V. Desaparición de las murallas.

En el año 1873, el gobierno de la primera República, autorizó a la Ciudad para que procediera al derribo de una parte de la muralla marítima comprendida entre la calle de la Marina y la plaza de Atarazanas. Poco faltó para que tan fausto acontecimiento no tuviera un trágico desenlace, pues el Capitán General no había recibido ninguna orden al efecto, por lo que ordenó a la tropa que impidiera el derribo. Afortunadamente, pronto recibió la Autoridad militar la orden concediendo el derribo deseado. Este acto se verificó el día 15 de febrero, entre las aclamaciones del pueblo, presidido por sus autoridades municipales. Al poco tiempo ya se hubo concluído el derribo, quedando allá una amplia explanada, mejorando con ello la entrada a Palma. Esta quedó abandonada hasta 1910, en que con motivo de una exposición regional y para recibir dignamente al Ministro de Fomento Sr. Calbetón, vencidas las dificultades que lo impedían, en tres días quedó construído el Paseo de Sagrera y plantadas las palmeras, allí existentes, zona que fué ampliada en 1927 con motivo de haberse cedido al Ayuntamiento, y derribado, el baluarte de Chacón.

Los nuevos medios de ataque habían hecho inútiles nuestras murallas, por lo que una comisión mallorquina decidió trasladarse a Madrid en 1901, para obtener la oportuna autorización para el derribo total. Este fué patrocinado por D. Eusebio Estada, Ingeniero Jefe de Obras Públicas de la Provincia, siendo necesario hacer especial mención de su libro titulado "La Ciudad de Palma", en el cual sostenía y demostraba, además de la inutilidad de las murallas, que su derribo era la base del futuro desarrollo de la ciudad. El derribo fué calurosamente apoyado por un General insigne y mallorquín de tan grato recuerdo: el General Weyler. Se resolvió que el derribo se haría por contratos, comprendiendo cada uno de ellos un baluarte y un lienzo de muralla, y que no se harían otros derribos sin que se hubiera concluído el anterior, decidiéndose también que los solares procedentes de los derribos, su venta, serviría para nuevos derribos. La ceremonia de quitar la primera piedra se efectuó a poco de ser concedida la oportuna autorización, el mes de agosto de 1902, siendo acompañada de fiestas populares.

Entre tanto y popular festejo (dianas, iluminaciones, corrida de toros, arcos de triunfo, fuegos artificiales, carreras pedestres, de bicicletas y marítimas, etc.), destacó una comida que el Ayuntamiento dió a los pobres, a la cual acudieron unos 2.000. Para la ceremonia se formó una gran comitiva, que salió de la Plaza de Cort, y que al dar las cinco y media se puso en marcha hacia el baluarte de Zanoguera, al son de las bandas municipal y militar, los orfeones y presidida por el Ayuntamiento en Corporación y el Gobernador. Verificó la toma la señorita Weyler, en representación de su padre, ayudada por el arquitecto municipal Sr. Gaspar Bennazar. La ceremonia se efectuó en medio de atronadores aplausos, mientras se soltaba un gran número de palomas. Nuestro Ayuntamiento, para agradecer el interés que en el derribo demostraron el Conde de San Simón y el Ingeniero D. Eusebio Estada, decidió nombrarles hijos ilustres de la Ciudad y hacer constar su agradecimiento a D. Antonio Maura y al General Weyler, que ya lo eran entonces. De la larga tramitación de que era objeto el derribo, dará idea esta canción, que llegó a ser popular:

Quan vaig néixer vaig sentir:      
han de tomar ses murades;          
tenc cent i pico d'anys                 
i encara no les han tomades. 
   
   


Y de la alegría causada en Palma por el derribo de las murallas que constituía una aspiración popular y que se consideraba como el paso de la Ciudad hacia su progreso, son muestra estos versos publicados en La Roqueta y debidos a la pluma de A. García Rover:

Ja fa molta estona
que van separades
ses teves murades
de s'utilidat:
per això el poble dóna
grandiosa escomesa
per l'útil empresa
que sa començat.

Com ja no t'arriben
les braus envestides,
pel temps extinguides
dels fers musulmans,
just és que es derribin
i així lleven noses
per fer altres coses
més nobles, més grans.

Oh! Palma, si alcances,
tranquila i eixerida,
passar a altra vida
molt més important,
cantar deus lloances
pels qui obren la porta
cridant en veu forta:
avant, Palma; avant!


El Paseo del Borne engalanado por la demolición de las murallas.


VI. La puerta de Santa Margarita y su demolición.

Es tradición que por la puerta de este nombre -conocida también con el árabe de Bab-Al-Kofol- penetró en la Ciudad el Rey Conquistador. Habíanla levantado los árabes y los autores de las fortificaciones del siglo XVI la dejaron subsistente, englobándola en el nuevo recinto. Es posible que de ella subsistiera muy poco de la que conoció el Rey Don Jaime I, pues en ella se habían hecho numerosas reparaciones. Estaba situada al final de la calle de San Miguel, frente a lo que hoy es la calle de Marie Curie, cerrando el paso entre lo que hoy son estas dos calles. Decía el periódico «Correo de Mallorca» en su número del 27 de febrero de 1912, comentando el hecho acaecido la noche anterior:


La Puerta de Santa Margarita dias antes de su demolición.
«Esta pasada noche, sobre las doce y cuarto, los estampidos de varios barrenos pusieron en alarma a los tranquilos vecinos de la Rinconada de Santa Margarita.
 »¿De qué se trataba? Pronto se supo: la tradicional Puerta de Santa Margarita era derribada. ¿Por quién? Por una numerosísima brigada de obreros. No sabemos quiénes la componían; pero sí sabemos que se viene diciendo que en ella había muchos obreros del Ayuntamiento.
» A la acción de los barrenos se unían los destructores golpes de las piquetas y azadones de los obreros. El cuadro era alumbrado por mecheros de acetileno. Para dar fuerzas a los que manejaban los instrumentos demoledores, se les repartía galletas y aguardiente, según se dice.
» El derribo hacíase traicioneramente. Lo primero en desaparecer ha sido la lápida conmemorativa que existía en la puerta. Luego abrióse una brecha en el centro del histórico monumento. Los bajos de la puerta han sido también socavados, a fin de dejarla a punto de desplomarse.
» Al clarear el día se han retirado los obreros utilizados para consumar la demoledora obra llevada a cabo a escondidas, entre las sombras de la noche, cuando el vecindario dormía.
» Nosotros no queremos hacer comentarios de ninguna clase. Los hará la Historia». 



La puerta de Santa Margarita ya destruida  por la dinamita.


Lo que pasó y se comentó en los días siguientes, ocuparía demasiado espacio relatarlo. Se ocupó de ello el Ayuntamiento, la prensa dividió sus opiniones, el Rey Don Alfonso XIII expresó su disgusto en carta dirigida al Alcalde y el hecho fué causa de numerosas polémicas, pues si su derribo era por muchos deseado, la puerta tenía muchos defensores. Mientras unos acusaban a los autores del derribo del monumento nacional e histórico por haber mediado el interés personal en ello, replicaban los otros que el valor de la puerta, tanto histórico como arquitectónico, era nulo. El trágico hecho acabó con el derribo total realizado a continuación por acuerdo del Ayuntamiento, con la aprobación del Gobernador, lo cual ocasionó la dimisión de la junta Provincial de Monumentos.

VII. Epílogo.

Las poderosas murallas de Palma, consideradas inexpugnables cuando su construcción, iniciada en el siglo XVI y terminadas el XVIII, fueron dadas de baja en 1902. Iniciado este mismo año su derribo, fueron desapareciendo muy lentamente. Se simultaneó el derribo con la venta de solares, siendo de notar la escasa demanda que tenían. Los primeros que se vendieron fueron los lindantes con el Matadero Viejo (lo que hoy es la calle de Anselmo Clavé), y en segunda y tercera subasta, apenas si alcanzaban las 7 pesetas el metro. Terminó el derribo en 1932 con la última sección que quedaba desde el baluarte del Sitjar, donde estuvo emplazado el cuartel de Ingenieros, hasta el baluarte de San Pedro, en donde hoy existe el Paseo Mallorca, a ambos lados del cauce de la Riera.


Bibliografía:
G. Alomar: "La Reforma de Palma
Quadrado: "Historia de Mallorca"
Pedro de Alcántara Peña: "Guia de Mallorca"
Revistas: "Ilustración Española y Americana", "La Roqueta", "Panorama Balear".


 ÁLBUM FOTOGRÁFICO

Las murallas de Palma en el siglo XIX

El lienzo de murallas del puerto

La puerta de Santa Catalina

La Puerta de Santa Margarita

 Puente y Puerta de Santa Catalina

La Puerta de San Antonio

La Puerta Pintada

Demoliendo el último lienzo de murallas de La Lonja

Demoliendo la puerta de San Antonio

La Puerta Pintada

Puente y la Puerta del Campo

El puente de la Porta Pintada

Obras de demolición de murallas. Al fondo la Puerta de San Antonio

Vacas pastando en el cauce de La Riera

Murallas del camino de Ronda

La Puerta de San Antonio con los carabineros de guardia

La Puerta de Santa Catalina

Demoliendo el lienzo de la Puerta de Jesús. Al fondo se puede ver la antigua plaza de toros.



9 de junio de 2019

EL CINEMATÓGRAFO DE S'HORT D’EL REI

El Cinematografo Balear (Aportacion de Biel Pomar)


S’Hort del Rei en 1900 era un solar yermo y cercado por unas paredes y unas verjas en la calle Marina, en cuyo interior del solar estaban edificados dos locales de madera: el Teatro Circo Balear y un café anexo al mismo. Dicho solar era propiedad del Real Patrimonio y se acordó sacarlo a subasta por seis años. Se inicio una fuerte campaña contra D. José Tous Ferrer que era uno de los postores pero fue adjudicado al Sr. Tous por ser el mejor postor. Así en el mes de junio se iniciaba la subasta para el derribo y venta del contenido del antiguo teatro circo y el 28 de junio de 1900 se montaba provisionalmente en la parte del solar de la calle Marina un pabellón de madera denominado Cinematógrafo Balear, en el que se proyectarían películas e imágenes fijas hasta el mes de marzo de 1904.
 
Curioso artículo aparecido en la revista “La Roqueta” en el que se anuncia la próxima apertura del Cinematógrafo Balear, en forma de una esporádica conversación callejera captada por un periodista.


El cinematógrafo Balear debía tener una apariencia muy frágil, como relataba la revista La Roqueta:
La Roqueta 30 de junio de 1900

“S'está acabant sa caseta de fusta instalada a s'Hort d’el Rey aont s'han de donâ exhibicions de cinematúgraf.

Abans d'obrirse an es públic sería convenient que s'enginyê provincial hei pegás una uyedeta amb objecte d’evitâ desgracies, perque, la veritat, pareix feta de cartes.

No sia cosa qu’en teni es cap batut mos hajin de posâ sa cervellera.”

(La Roqueta,  30/6/1900.)
 

“Diumenge comença a funcioná es cinematógraf, però tenia rovey a ses corrioles y no va anâ de cap manera.

Com s'idea era fê cosa millô, se suspengueren ses sesions, y aviat, segons noticies, tornarán començâ d'un modo mes perfeccionat.
La Roqueta, 7 de julio de 1900

En tornâ començâ. s'hauríen d'evitâ dues coses; primera, , sa de donâ sorpreses desagradables an es públic; y segona, sa de que sa gent qui hi va no recordás tant de prop es siulos i escándols d'es Teatre-Circo…”

Aunque la publicación fue critica con el nuevo cinematógrafo, recibió una invitación para asistir a su inauguración:

“Agraim molt a D. Pep Tous ses entrades que mos ha enviat per assistî an es cinematógraf que té montat a s'Hort d’el Rei.”
(La Roqueta, 7/7/1900.)
 
En el siguiente anuncio aparecido en La Ultima Hora (9/7/1900), ya se anuncia el metraje de una de las películas: “Cinematógrafo Balear, Huerto del Rey, secciones de 7 a 11 noche, vistas en negro y colores. Gran función para hoy. Además de un escogido programa, la bellísima película de cien metros, El hombre orquesta (Corto de 1900 de George Melies, en el que los hombres y las sillas se multiplican o desaparecen de golpe).
 

La Roqueta 01de septiembre de 1900
Entre las cintas mostradas destacan La Cenicienta (1899), también de Melies, de cuatrocientos metros y doce cuadros, en colores (pintados a mano con mismo sistema que se colorean las fotos) y ya considerada muy larga, Noche de bodas, «en colores» (La Roqueta, 01/08/1900.), Aladino, anunciada como un «cuento de hadas, de 45 cuadros, de 15 minutos de duración, doble que la Cenicienta», Riña en un café (1897), de Fructuoso Gelabert y de actualidad como Coronacion del Principe de Gales o las de la exposición de Paris.
 
La Roqueta 08 de septiembre de 1900
La Roqueta 22 de septiembre de 1900












Evidentemente, todavía no se anunciaba el realizador de la cinta. El espectáculo era complementado con la proyección de vistas fijas: «También causan excelente impresión las Proyecciones fijas que se dan a modo de intermedio, pudiendo admirar Monumentos y paisajes famosos.» (La Almudaina, 15/07/00.)
Es evidente la importancia cultural que se daba en el espectáculo: «Es digno de destacar el carácter instructivo y deleitable de la Sorprendente invención» (La Almudaina, 7/1900) o «el precio es inferior a la importancia del acto».


El señor Tous continuamente introducía mejoras no tan sólo en la proyección, mejorando el motor, sino que también trataba de atraerse la clase más distinguida y el público femenino ofreciendo el «Día de la moda», con películas «tomadas del natural», o complementando las proyecciones con música de gramófono. También introducía algún número de variedades (flamenco, una cantante o un ilusionista), y se subía la entrada cinco o diez céntimos, y ésta era la parte final del programa. En octubre de 1900 subió los precios hasta cincuenta céntimos con el mago Mr. Papus, que pasó una semana sin comida, encerrado en una jaula de cristal. Las variedades también serian una constante de las sesiones del cine durante muchos años.
La duración del programa pronto llegó a ser de unos cuarenta y cinco minutos, con seis o siete películas, incluidos los obligados descansos debidos a los cambios de las bobinas:
“Se darán audiciones fonográficas en combinación con las vistas de movimiento y fijas. Las secciones se verificaran en horas fijas, una cada hora, desde las 5,30. A pesar de la mayor duración de las sesiones, no suben los precios.” (La Almudaina, 17/11/1900.)


Cuando finalmente, el 28 de marzo de 1904, se desmonto el Cinematógrafo Balear, ya se había inaugurado el Truyol, y en el Principal, desde el 14 de marzo de 1904, también se proyectaban películas.


A continuación, podréis ver algunas de las películas que hemos citado, con las que nuestros tatarabuelos disfrutaron de su visionado. Solo tenéis que pulsar encima de ellas.



El Hombre Orquesta - Georges Melies 1900

La Cenicienta - Georges Melies 1899

Riña en un cafe -Fructuoso Gelabert 1897

Publicado por Pep.

Bibliografia:
- Cent anys de cinema a les illes - "SA NOSTRA" (1995)
- Classificacio 3R El cinema a Mallorca - Margalida Pujals i Mas, Manel Santana i Morro (1999)
- El cinema a les Balears desde 1896 - Crisfol Miquel Sbert (2001)

 

Palma 1955 (Parroquia de Santa Payesa)