29 de agosto de 2021

Ses Cent Cases - Las 100 casas

Por Lorenzo Miró

En la foto, vemos como están construyendo casas de ese barrio. El fotógrafo aficionado Bartolome Reus también se compró una casa aquí y le hizo una foto cuando estaba en obras. En algún momento marcó la fotografía con el texto "la mía".   

 

Rafael Vanrell en la puerta de su casa
Nadie diría a priori que en medio de Pere Garau se esconde algo así. Ciento dos casas, cada una con su patio trasero y su cisterna. Un oasis lleno de árboles en medio de una barriada de edificios altos. Y tampoco diría que estas viviendas cuentan, a través de sus paredes, una de las historias más bellas de Palma, la de una sociedad sin ánimo de lucro que levantó en los años 30 un centenar de viviendas baratas para la clase obrera de la ciudad. Las llamaron Ses Cent Cases. Hoy, ochenta años después, allí siguen, dignas, hermosas y fuertes como robles -no tienen ni una sola grieta-. Pero nada garantiza su pervivencia en las próximas décadas -si un promotor comprara los solares y quisiera derribarlas, podría hacerlo-, por lo que la Asociació per a la Revitalització dels Centres Antics (ARCA) reclama su protección.

Rafael Vanrell no estaba predestinado a entrar en esta historia, pero los miedos de un señor de Sóller le metieron de lleno en ella. O mejor dicho a su padre y después a él. Todo empezó en 1924, con la visita de Mestre Jaume, el cartero de Els Hostalets, al taller de confección de zapatos de Antoni Vanrell, situado en la carretera de Inca. Su misión era encontrar a alguien que, a razón de dos pesetas semanales, quisiera ingresar como socio en la Sociedad Cooperativa Constructora de Ses Cases Barates, la entidad que iba levantar las cien casas de Pere Garau. La recompensa iba a ser -así se lo explicó el cartero a Antoni Vanrell- la posesión de una de esas viviendas cuando las obras hubieran terminado.

Los artifices de la construcción de las casas
 Vamos, una bicoca. Tanto, que el señor de Sóller había llegado a la conclusión de que era totalmente imposible que le dieran una casa por tan sólo dos pesetas a la semana y abandonó el proyecto. Era necesario, entonces, encontrarle un sustituto. Y ese sustituto fue Antoni Vanrell, que dijo que sí.

«Los encargados de localizar socios para la cooperativa eran los carteros, porque en aquella época entraban en todas las viviendas y tenían contacto directo con la gente», explica Rafael desde el salón de su casa, que no es otra que una de Ses Cent Cases -la que su padre consiguió como miembro de la cooperativa-. Sentimental y nostálgico, Rafael -que ahora tiene 90 años y trabajó durante muchos años en Calzados Gorila- conserva toda la documentación relativa a este proyecto pionero en Palma, lo que se traduce en fotografías antiguas, publicaciones en revistas y prensa y auténticas joyas de papel, como la del libro donde, semana a semana, el senyor Pou –así le llamaban– sellaba el pago de las cuotas de los miembros de la cooperativa. Cada miembro tenía una de estas libretas, en cuya portada estaba anotado su número de socio. La familia de Rafael tenía el 57.

Hoy en día resulta extraño que una decena de hombres de la sociedad mallorquina decidiera por su cuenta y riesgo y sin esperar ningún beneficio económico a cambio viajar a Madrid para pedir al Gobierno -entonces corrían los tiempos de Alfonso XIII- que subvencionara la construcción de viviendas baratas para gente humilde. Pero así fue. «No querían señores, querían trabajadores», explica Rafael. De hecho, la cooperativa tenía reglas estrictas al respecto: los socios y futuros propietarios no podían tener unos ingresos de más de 8.000 pesetas, de las que el 75% debía proceder del salario o pensión.

Momento del sorteo de las casas
Con el visto bueno de Madrid y un préstamo bancario inicial, La Redención del Hogar –así era como se llamaba la cooperativa- empezó las obras de las casas, casi una treintena de bloques de marés que constaban de planta baja y primer piso –a razón de cuatro viviendas por edificio- y estaban situados entre las calles Arquebisbe Aspàreg, Adrià Ferrà y Bartomeu Torres. Las casas se construyeron en tres parcelas compradas a los propietarios de la possessió de Son Coc, que hoy ya no existe -en las fotografías puede verse como Ses Cent Cases, hoy rodeadas de asfalto y edificios, estaban circundadas de campos de almendros-. Los trabajos no acabarían hasta 1934. Una vez terminadas las casas, llegó el momento de asignarlas. La Junta Directiva de la cooperativa hizo la convocatoria y una multitud se agolpó frente a los nuevos edificios. Dos niños, que eran hijos de cooperativistas, hicieron de manos inocentes, sacando del bombo los números premiados. A la familia Vanrell le tocó una planta baja situada en la calle Pere Llobera.

Pero ni Antoni ni su mujer, Catalina, llegaron a residir nunca en ella. Aunque en teoría no se podía hacer, los padres de Rafael alquilaron la vivienda a un tercero, bajo la promesa de que cuando su hijo se casara sería para él. Y así ocurrió: Rafael y Magdalena se trasladaron a la casa de Pere Llobera en 1941. «Compramos muebles de color negro y forramos las paredes de papel oscuro, tal y como era moda en la época», cuenta Rafael sin perder un solo detalle. También instalaron en el recibidor un antiguo reloj de péndulo -ya era antiguo entonces- que hoy, casi 70 años después, sigue dando las horas sin que haya sido necesario repararlo ni una sola vez.

Así se ven los patios ahora
Rafael y Magdalena, que murió hace un año y medio, siguieron pagando las dos pesetas semanales hasta 1961, año en que la construcción de las obras estuvo por fin sufragada. A esta cantidad se añadían otras 30 pesetas en concepto de alquiler mientras la vivienda aún no era suya, con las que la cooperativa abonaba las cuotas del préstamo. Con todo, los residentes de Ses Cent Cases tardaron 37 años en pagar las casas, un tiempo que se alargó más de lo previsto con el cambio de la Segunda República -que subvencionaba el proyecto- a la dictadura de Franco. Durante todo ese tiempo, los inquilinos estuvieron totalmente exentos del pago de impuestos, de acuerdo con la Ley de Casas Baratas. Las viviendas no fueron enteramente suyas hasta 1980.

Las casas en la actualidad
Muchos regímenes políticos han pasado ante los ojos de Rafael, que tras una reciente operación de cataratas se protege la vista con unas modernas gafas de sol. Pero el tiempo no le ha maltratado, a juzgar por un envidiable estado de salud a sus noventa años -por poner un par de ejemplos, aún conduce y se dedica a leer a Unamuno-. La receta: dos dientes de ajo en ayunas y dos largos paseos diarios. Gracias a ella, sigue custodiando una de las historias más bellas de la ciudad.

Mariona Cerdó
Publicado en "El Mundo", el 26/09/2011
(Archivo Fot. Familia Reus)



23 de mayo de 2021

Lluís Ripoll Arbós

Foto de Joan Llompart "Torrelló"

 

- Publicado por Lorenzo Miró -

Lluís Ripoll Arbós (Palma, 29 de agosto de 1913 - Palmanyola, Bunyola, 17 de octubre de 2000) fue periodista, escritor y editor .


Lluís Ripoll salvó de la piqueta la iglesia de Santa Catalina de Siena de Palma y paró un teleférico en Bellver: su causa era la defensa del patrimonio histórico y natural en unos años en los que parecía que lo único importante era el crecimiento económico y turístico. Fue editor e impresor de publicaciones como Panorama Balear o Papeles de Son Armadans y autor de medio centenar de libros y de artículos con los que divulgaba la historia, las costumbres y las tradiciones de las Islas Baleares.

A Lluís Ripoll Arbós lo recuerdo en su despacho, en el altillo de la imprenta Mossèn Alcover, en la actual plaza de Llorenç Villalonga, con sus Bellasombras u Ombues. El despacho era como un puente de mando (su padre había sido piloto de barco) desde donde se divisaba todo aquel paisaje prodigioso de máquinas, cajones y tipos de letras. También lo recuerdo llevando a la redacción -al mismo periódico donde yo trabajaba entonces- su colaboración semanal, sobre efemérides, viajeros, viejos oficios y gastronomía -el tema con el que alcanzó más lectores-.

Nació en 1913, un año antes de la primera Guerra Mundial. Era tataranieto de Pedro José Gelabert Pol, editor y periodista (la calle de la Imprenta de Palma, donde tuvo su sede la Obra Cultural Balear, se llama así por la empresa de su familia) y pariente de los libreros e impresores Rotger. Su sobrino, Gabriel Sabrafen Ripoll (1942-2008), también fue periodista -además de narrador y autor teatral- y asimismo el hijo de éste, Juan Carlos Sabrafen Roig. Su hijo, Carlos Ripoll Saiz (1950-2017), colaboró ​​estrechamente con el trabajo del padre. Era una familia en la que la tinta parece que les corría por las venas.

Dicen que, de joven, se parecía tanto a John Fitzgerald Kennedy que una tarde, en el mítico Tito's, entonces una de las salas de fiesta más punteras de Europa, alguien soltó por el micrófono: ¡Señoras y señores, hoy nos acompaña el senador de Estados Unidos [entonces todavía no era presidente] John F. Kennedy! Y, por supuesto, Lluís Ripoll se puso de pie y saludó efusivamente a la concurrencia.

La taquigrafía

Su primera actividad fue la taquigrafía y redactó un manual, publicado en 1939, que se convirtió en un best seller del ramo, con trece ediciones. Hacia 1935 empezó a escribir en prensa y ya no pararía: secciones en los diarios La Almudaina, Hoja del lunes, El Día, Destino, como 'Mostacilla' o 'En voz alta', impregnadas de un marcado tono crítico, a pesar de las censuras del momento. Una lectora le reprochaba que tardaba más de dos minutos en leerse su columna del Majorca Daily Bulletin "Two minutes [dos minutos] con Luis Ripoll", de divulgación de temas mallorquines. "Señora, los dos minutos son lo que tarde en escribirla, no usted en leerla", le respondió.  


En 1949 adquirió la imprenta con la que Antoni Maria Alcover había comenzado a publicar el Diccionario Catalán-Valenciano-Balear, en "una planta baja muy grande en el barrio de la Calatrava, con entrada por encima de la muralla", como la recordaba Francisco de Borja Moll, con unas "salas, muy viejas, de un aspecto casi medieval, pero de tamaño suficiente para acomodar tres o cuatro talleres como aquel nuestro". Ripoll añadió más maquinaria y material, entre la cual, una prensa a mano, marca Albión, de 1872, que había traido desde Inglaterra el escritor Robert Graves.

En la Mossèn Alcover, a lo largo de más de cuatro décadas, se imprimieron libros y folletos, a menudo relacionados con los aspectos más variados de la cultura de las Islas Baleares. Desde 1951 salieron más de un centenar de números de la colección de monografías de "Panorama Balear", libretos de dieciséis páginas a cargo de autores especializados dedicados cada uno a un tema determinado: molinos, corsarios, viajes, personajes, tradiciones, paisajes, museos...


Lluís Ripoll con Camilo José Cela

Desde su puesta en marcha en 1956 hasta 1970, Ripoll también fue el impresor de Papeles de Son Armadans, la revista de la que Josep Maria Llompart fue secretario y con la que el futuro premio Nobel, Camilo José Cela rompió, desde Mallorca, el abismo entre la cultura del interior y del exterior y de la castellana con las catalana, vasca y gallega. El periodista y escritor mallorquín recordaba como Cela, haciendo gala de la extravagancia que le gustaba aparentar, le había recibido en el retrete de su casa cuando se reunieron para abordar aquella empresa: "Pase, Ripoll, pase".    

La batalla con el obispo

Pero aparte de su colosal tarea divulgativa del pasado de las Islas -decía que era en Menorca donde sus libros gozaban de mejor acogida- Lluís Ripoll acometió acciones decididas para salvar el patrimonio histórico y natural, que le causaron bastantes disgustos. Como la cruzada que realizó para salvar la iglesia de Santa Catalina de Siena, que como el resto del antiguo convento, se tenía que derribar para hacer la actual galería comercial Los Geranios, en Palma. Consiguió que la declarasen monumento histórico-artístico y el obispo, que había aprobado el proyecto, estuvo a punto de excomulgarlo.

En las oficinas del Ayuntamiento de Palma, Ripoll también se topó con un proyecto que pudo leer del revés: era la construcción de un teleférico en Bellver, que él detuvo, a pesar de las presiones para que diera el brazo a torcer. Publicar "Catalina Homar" (la amante del Archiduque Luis Salvador) también generó un buen revuelo en Valldemossa, no precisamente a favor del editor. Los ecologistas que ocuparon la Dragonera para salvarla de una urbanización también le invitaron a unirse a ellos. Ya era grande para aventuras, pero les hizo llegar, a través del secretario de Correos de San Telmo, una caja de libros. El primer galardón que concedió el GOB se lo dieron a él.

"La destrucción del paisaje y su defensa" fue la conferencia con la que ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Sebastián. Y si las Islas Baleares han conservado todavía parte de su patrimonio, si se conocen un poco a sí mismas, fue por Lluís Ripoll Arbós. Francesc M. Rotger


Vida y obra

 Estudió el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Palma con la promoción que se tituló en 1929, juntamente con Josep Font Trias, Bartomeu Mestre i Mestre, Bartomeu Rosselló Porcel y otros. De formación autodidacta, comenzó a trabajar en el diario La Almudaina en 1938 como taquígrafo y posteriormente se incorporó a la redacción (1943-53). Fue colaborador de la revista Destino (1963-1969) con la columna «Postal de Mallorca». Fue nombrado redactor jefe del Majorca Daily Bulletin, y después, subdirector (1969 a 1971). En 1969 se hace cargo de la subdirección del Majorca Daily Bulletin. También fue redactor del Diario de Mallorca. Publica trabajos sobre temas de arte, pintura y pintores, como "Las Baleares y sus pintores, 1836-1936" (1981) juntamente con Rafael Perelló Paradelo. Escribe libros de gastronomía y otros temas de interés local. Entre los años 1970 y 1976 colaboró ​​en la Hoja del Lunes, en la que desde su columna semanal «En voz alta» daba voz a la conservación del patrimonio cultural en peligro. Entre 1974 y 1981 trabajó como redactor del Diario de Mallorca. Fue académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Sebastián (1989-2000) y académico numerario de la Academia de Bellas Artes de Palma (1989-2000). Casado con Isabel Saiz Fontanals (19??-2000), tuvo dos hijos, Luis, fallecido en junio de 1997 y Carles Ripoll, fallecido en 2017. Este último, durante años nos honró con su amistad y en su calidad de historiador nos escribió un magnifico prólogo para nuestro primer libro de fotografías, "Mallorca, otro tiempo" (2017). Lluis Ripoll Arbos, y en el barrio de Ciudad Jardín, también tiene una calle dedicada desde hace algunos años.

Labor como editor

En 1949 adquiere la imprenta de Mossèn Alcover. De su labor editora, destaca la colección de opúsculos «Panorama Balear», que dirigía y a veces escribía; los ciento treinta y seis títulos publicados entre 1951 y 1983 son una referencia en la divulgación del patrimonio cultural isleño. También editó los Papeles de Son Armadans, una revista mallorquina fundada y dirigida por Camilo José Cela. Su publicación mensual abarca desde 1956 hasta 1979. Publicó también ediciones facsímiles de prensa local del siglo XIX, como "La Ignorancia" y "La Roqueta", o de historia, como el "Cronicón Mayoricense" de Àlvar Campaner, "Islas Baleares" de Pau Piferrer y José Maria Quadrado y "Álbum de postales viejas", 4 números (1970, 1971, 1976 y 1981),  en los que daba a conocer imágenes que ayudaban a preservar la memoria del paisaje y el patrimonio ante la destrucción provocada por el cemento y la "Balearización".

Publicaciones 

Escribió ensayos de divulgación histórica, artística, etnográfica y de cocina popular. Entre éstos, destacan "La pintura mallorquina en el siglo XIX" (1948) con Josep Costa Ferrer y "Las Baleares y sus pintores, 1836 a 1936" (1981) con Rafael Perelló Paradelo. Otros volúmenes publicados son: "La catedral de Mallorca" (1945) "Palma, la ciudad de Mallorca" (1946) "La pintura mallorquina en el siglo XIX: Agustín Buades, Antonio Ribas y Juan Bauzà" (1948)  "Iconografía mallorquina de la Virgen" (1949)  "Los patios señoriales de Palma" (1951) "«So'n Marroig» y el Archiduque Luis Salvador" (1952)  "Raxa y el cardenal Despuig" (1954)  "Alfabia y sus jardines" (1954) "La colección de xilografías mallorquinas" (1961) "El episodio mallorquín de Chopin y George-Sand" (1968) "Libro de cocina mallorquina" (1973) "Libro de platos dulces mallorquines" (1973) "Llibre de vins, licors i per necessari" (1974) "Nuestra cocina" (1978)  "Las islas" (1978)  "Sucinta historia de la Cartuja de Valldemossa" (1978) "Nuestras costumbres. Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera" (1980)  "Hierbas y remedios caseros"(1985) "Memorias de la Cámara" (1986)  "Ses monjas tancadas" (1990) "Nuestras cosas" (1990).


6 de marzo de 2021

CARRE D'EN MOREI

 Por Lorenzo Miró.

La calle Morei en una fotografía de 1936

" CARRE D'EN MOREI "

Historia:
Calle de la Ciudad Vieja que va de la Plaza de Santa Eulália a la calle de San Pedro Nolasco. Toma el nombre de la casa que fue de la familia Morei, que es la que lleva el nº 11 y de la cual hablaremos más abajo. Se trata de una familia de caballeros establecida en Mallorca en el siglo XIII. Una rama, primero residente en Muro, se trasladó a Palma en el siglo XV y dió nombre a este calle. Zaforteza(*) da testimonio que en el momento de escribir su libro conservaba la baldosines de 1797, que decía literalmente C. d'en Morey.  En 1862 el nombre fue traducido por "calle de Morey". El 2 de noviembre de 1990 se tradujo de forma catalana con la forma "carrer d'en Morei". Poco tiempo después, con Ayuntamiento gobernado por eI Partido Popular y presidido por Joan Fageda, alguien que no entendía mucho de criterios lingüísticos, solicitó al Ayuntamiento el retorno a la grafía Morey. Aquel Ayuntamiento, que tampoco debía tener mucha preocupación por la coherencia lingüística, accedió, y el 27 de febrero de 1992 se cambia la placa por otra que decía "carrer d'en Morey". El día 30 de octubre de 2008 se repone la forma lingüísticamente correcta y la placa vuelve a decir "carrer d'en Morei", que esperamos que dure mucho tiempo.


En esta calle tenemos algunos edificios de gran interés. En el nº 1 está Can Amorós, casa reconstruida en el siglo XX por el arquitecto Josep Ferragut, pero que conserva la entrada de la casa original, con columnas de mármol rojo del siglo XVIII.

En el nº 4 una soberbia lápida barroca colocada en 1931 recuerda que en la casa hubo la antigua imprenta de los impresores Guasp "la más antigua de Europa que sin interrupción subsiste con el mismo nombre", fue fundada por Gabriel Guasp en 1579 y funcionó hasta 1958.

En el nº 8 encontraremos Can Ordines d'Almadrà, dicho alguna vez Can Vivot-Santjoan, porque fue construido en el siglo XVI por Berenguer Vivot, casado con Juana de Sant Joan, y durante algunos siglos estuvo en manos de esta familia.  Se conservan elementos góticos y renacentistas, como los dos portales de los estudios situados en cada lado del vestíbulo. Clavada en una pared hay una lapida funeraria romana que se encontró durante las obras de reforma de la casa en el siglo XX.

 En el nº 9, tenemos un gran edificio emblemático, Can Olesa, donde podemos contemplar una magnífica entrada del final del siglo XVII con columnas jónicas, arcos muy rebajados, una escalera con barandilla de hierro forjado, etc. Esta entrada fue modelo de referencia para las reformas de los casales de Palma del siglo XVIII. El edificio perteneció primero a la familia Morei, que da nombre en la calle; en el siglo XV fue adquirido por la familia Descós. En el XVII fue comprado por Salvador Olesa, de una poderosa familia. Los Olesa (apellido pronunciado popularmente Aulesa y escrito Oleza) era una familia noble venida a Mallorca con la Conquista. A una edad avanzada Salvador Olesa se convirtió en el jefe del linaje y el casal se convirtió en la casa principal de esta familia, sustituyendo la que había en las calles de Can Anglada y de San Pedro Nolasco. Los Olesa al final del siglo XVII hicieron una gran reforma, que incluye la entrada referida y que dió al casal el aspecto actual. La casa se caracteriza por la combinación de estilos, como el plateresco de las ventanas, el gótico de los arcos del porche o el barroco de la gran entrada, donde vemos las típicas columnas mallorquinas abombadas, capiteles jónicos y unos arcos muy rebajados. En 1973 la casa fue declarada monumento histórico-artístico.

En el nº 11 se encuentra Can Pacs-Fuster. Es la que fue la casa de la familia Morei, que da nombre a la calle. En 1531 el caballero Bernat Morei fue ejecutado y la casa fue adquirida por la familia Pacs Fuster, propietaria de l'Estorell (posesión del término de Lloseta), por lo que la casa es conocida como la posada de l'Estorell. El escudo los Pacs Fuster, atribuido a Juan de Salas, se conserva la fachada. En 1549 se hizo una gran reforma en el casal que lo convirtió en uno de los mejores edificios renacentistas de Palma, con una de las entradas más bellas de la ciudad. Uno de los propietarios fue, por herencia, Ramón Burgues- Zaforteza y Fuster, el famoso conde Mal. En la segunda mitad del siglo XVIII la casa pasa a manos de los Togores, condes d'Aiamans. Durante la década de 1880 se hizo una lamentable reforma que llevó el desmontaje y venta de los elementos más valiosos, que durante la década de 1920 fueron vendidos y trasladados a los Estados Unidos. Hasta ahora no han sido localizados. Sólo se conservan unos portales renacentistas y el escudo de los Pacs-Fuster mencionado.

(*) Diego Zaforteza y Musoles  "La ciudad de Mallorca, ensayo histórico-toponímico" (1958)


(Fuente: Els carrers de Palma, (2012) de Gabriel Bibiloni)

27 de febrero de 2021

ANTONIO RAMIS PIERAS, UNA ESTRELLA OLVIDADA

De todo Inca conocido, aunque por muchos tachado de bohemio, iluso y excéntrico, después de ver mucho Cine y teatro y perteneciendo a la Agrupación Artística de Educación y descanso de Inca, con salidas frecuentes por los pueblos de la isla en papeles secundarios demostró aptitudes para el arte teatral y dramático con su ejemplar muerte en “Aritge Muntanyenca” de Juan Antonio Torrandell y su personalísima vis cómica con la recitación de la poesía del mismo autor: «Sa confesió de se beata» que lo popularizo y le dio un nombre en el mundo del teatro. 

A finales de los años 50 lo arriesgó todo por su vocación trasladándose a la capital para tomar parte como “extra” y colaborador de prensa en las películas: “Vacaciones en Mallorca”, “La chica del bikini rojo”, “El amor que yo te di”, “Un trono para Cristy” y “El hombre de la corrida de toros. Por aquel entonces se introdujo en el coro de la Agrupación Lírica de Educación y Descanso tomando parte en las zarzuelas “La verbena de la Paloma”, “La del Manojo de Rosas”, “Los Gavilanes”, “El Cantar del Arriero”, “La Dolorosa”, “Luisa Fernanda”, “La Dogaresa”. 

Fue invitado por la Empresa del Teatro Principal de Palma para actuar de comparsa con la Compañía Lope de Vega. Al acudir al ensayo general de los siete avisados él fue el único que se presentó. Se le encargó buscar a seis voluntarios para actuar con gratificación y media hora después regresó al teatro con ellos. Trabajando en “Un soñador para un pueblo”, “La Alondra” y “Seis personajes en busca de autor”, con Carlos Lemos y Asunción Sancho. Desde aquel momento empezó a ostentar el cargo de Cabo de Comparsas del Principal, lo que permitió actuar en las óperas: “Rigoleto”, “La Traviata”, “La Sonnambula” y “Lucia di Lammermor”, con Gianna D'Angelo. “Il Pescatori Di Perle” y “Manon”, con Alfredo Kraus y Onelia Fineschi. Sus mayores triunfos los consiguió en el Teatro Sindical con la Agrupación “Atalaya”, “L'amor venia amb taxi” interpretando el papel de “El Recomenat del Sr. Tarruella”, con tal fortuna que en aquel ambiente se le empezó a conocer más por “El Recomenat” que por Ramis Pieras. Otra creación suya es la del Mestre Tomeu de “Mestre Lau es Taconer”, entre otras. 

Durante el rodaje de las películas hizo muy buenas amistades entre los técnicos y artistas, quienes le invitaron a ir a trabajar a Madrid, cosa que hizo unos años después.

Su paso por la capital le permitió intervenir en un buen puñado de películas como “figurante” y unas diez con pequeños papeles hablados, que le permitieron obtener del Sindicato Nacional del Espectáculo el carnet de actor.

Las películas que le permitieron ascender este peldaño en el difícil mundo del cine, rodadas en los años 1965 y 1966, fueron: “Las viudas” de José María Forqué, “Ojos verdes” de Ana Mariscal, “Operación Plus Ultra” de Lazaga, “Las salvajes en Puente San Gil” de Antonio Ribas y “Un millón en la basura” de Forqué. Además, hizo dos secciones en “El Marqués” de Niels Larsen y en “¡Es mi hombre!” de Rafael Gil.

Entre los proyectos que tenia para 1967, estaba la posibilidad de participar en la película de Cesáreo González “Oscuros sueños de agosto” dirigida por Miguel Picazo (el de “La Tía Tula”) con Sonia Bruno, Irene Gutiérrez Caba, Juan Luis Galiardo y Francisco Rabal.

Además de su faceta como actor, fue colaborador en varias revistas mallorquinas, entre ellas; la revista “CORT” y el semanario de información local y comarcal de Inca “Dijous”.

En este fragmento de la pelicula "Las salvajes en Puente San Gil", podemos ver actuar a Antonio Ribas Pieras (el hombre de la camisa de cuadros). La pelicula fue rodada en 1966, en la localidad de Navalcarnero, por el director Antonio Ribas con la participación de los actores; Adolfo Marsillach, Elena María Tejeiro, Marisa Paredes, María Silva, Nuria Torray, Luis Marín, Rosanna Yanni, Jesús Aristu, Trini Alonso, Carmen de Lirio, Vicky Lagos, Valentín Tornos, Charo Soriano, Luisa Sala




18 de enero de 2021

ZSA ZSA GABOR EN MALLORCA

Saliendo del Juzgado de Guardia a las tantas de la noche


Los más viejos fameros supongo recordáis a Zsa Zsa Gabor, una actriz húngaro-americana considerada una celebridad de Hollywood. Acompañada siempre de escándalos que poco tenían que ver con su carrera como actriz, esta llegaría a casarse hasta nueve veces, ríete tu de los bígamos.

Vino a Mallorca en 1968 para visitar a su exmarido, el actor George Sanders, pero su estancia en la isla no terminó como a ella le hubiera gustado, en loas y alabanzas. La cosa es que se alojó en el Hotel Son Vida y se negó a pagar la cuenta al irse por, vaya usted a saber, así son las estrellas, a lo mejor quería un descuento por ser quién era. La cosa es que se marchó con viento fresco y ya estaba en el aeropuerto y dentro de un avión de Air France cuando subió la policía -que le había seguido el rastro cual sabueso de Baskerville- y le conminó a que pagara la factura debida.

Esta -la Zsa- reaccionó abofeteando al agente que le enseñaba el papelito y empujó e insultó a los otros dos agentes que le acompañaban, así que la detuvieron y se la llevaron al cuartelillo. De camino a este les montó un pollastre de muy señor mío dentro del coche y cuentan que hasta se hizo la desmayada al llegar al juzgado de guardia. Allí se le tomó declaración y tras pagar una fianza de 2.000 dólares (considerable en aquella época) la dejaron irse.

Al día siguiente volvió al aeropuerto acompañada de cuatro perros y un gato que había adoptado en Palma (no sé si se los dejaron embarcar, parece que sí por la foto de abajo) y pudo coger un avión y volar a Londres. Allí nos puso de vuelta y media a los españoles tratándonos de bárbaros, pero como ya la conocían como Zsa Zsa, "la fantástica", no le hicieron mucho caso.

La foto, de cuando la actriz abandonaba ya de noche el juzgado de guardia, es muy parecida a una que hizo nuestro amigo Torrelló, de John Lennon, cuando pasó por la misma tesitura, pero no lo es ya que se lo pregunte y me dijo que no era suya.

Foto Agencia Pictorial Press.



 

                             Aquí la Zsa ya en Londres contándole sus penas a un señor policía

Fotos antiguas de Palma (Bar Mavi, 65 aniversario)

Este video lo realicé en el año 2020 y es inédito en la Red. Fue un regalo de FAM a los antiguos propietarios (lo traspasaron, ahora hay otr...