3 de abril de 2018

LA NUEVA COCINA Y OTRAS ENGAÑIFAS

Por Malleus


En cuestiones culinarias me reconozco un tanto palurdo. Qué le voy a hacer, si las comidas que me gustan son las que preparaba mi abuela. Ahora hay dos tipos de comida, la llamada “nouvelle cuisine”, que dicho en román paladino quiere decir “afloja la pasta” y la comida basura, representada por McDonals y sus hamburguesas fabricadas a base de lombrices californianas. Para mí, uno de los personajes más siniestros de la Humanidad fue Paul Bocusse, que por muchas estrellas Michelín que tenga no puede negar que fue la musa de Ferran Adrià, un energúmeno con millones de estrellas Michelin que convirtió las cocinas en laboratorios de alquimista.

Frente a tantas estrellas Michelín estaba mi abuela. Mi abuela no tenía ninguna estrella Michelin, pero entre su repertorio figuraban la paellas, fabadas, ollas podridas, escaldums, cocidos madrileños, butfarras amb seques, pipirranas, sopas de ajo, migas, pescados de todo tipo… y cualquier plato sabroso de cualquier zona de España. Y no se daba importancia. Mi abuela no era diferente al resto de abuelas de España. Todas sabían cocinar y ninguna se daba importancia. Si a cualquiera de ellas le hubieran hablado de “tortilla de patatas deconstruida” hubiera reaccionado arreando un sartenazo al interfecto.

Los pescadores mallorquines —a la fuerza ahorcan— hacen maravillas con el pescado. De un pececillo que valoran poco los restaurantes muy estrellados por Michelin hacen unas sopas que resucitan a un muerto. Como no tengo una foto de mi abuela cocinando, pongo la de un pescador mallorquín en plena faena. Eso es cocinar, lo demás es pura filfa, por muchos MasterChef —MasturChef como yo los llamo—, por muchos Karlos Arguiñanos o por muchos canales cocina que traten de comernos el tarro para que aceptemos pagar un dineral por una maldita albondiguilla diminuta hecha con carne de zopilote andino y endurecida con nitrógeno líquido y servida en un enorme plato cuadrado.

Y a pesar de tanta cultura ancestral de abuelas y pescadores nos vienen los mangantes de la “nouvelle cuisine” en un extremo y los del MacPollo en otro, tratando de cambiar nuestros gustos culinarios, pero conmigo no podrán. Es lo que yo proclamo: ¡NO PASARÁN!

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