Por Malleus
Isabel II se dignó visitarnos en 1860.
Aquí, entre otras cosas, puso la primera pìedra del que sería monumento
dedicado a ella que se inauguraría en 1863, aunque duró poco, pues con motivo
de la Septembrina, o sea la Gloriosa, fue derribado cinco años después. Algún
día hablaré de aquel derribo, pero hoy prefiero hablar de la Isabelona.
La retatarabuela de nuestro actual rey, es una de esas personas que fueron afortunadas y desafortunadas simultáneamente. Como reina pudo ejercer libremente durante una larga temporada, pero se llevó un disgusto morrocotudo cuando comprobó que no podría cumplir su vocación absolutista porque sus teóricos correligionarios se habían apuntado en el bando de Carlos María Isidro, el otro pretendiente al trono, o séase, que se hicieron carlistas y no solo dejaron a doña Isabela triste y sola como Fonseca, sino que se enfrentaron a ella en tres guerras civiles. Y es que un rey sin trono es como un cuarto de baño sin bidé.
La retatarabuela de nuestro actual rey, es una de esas personas que fueron afortunadas y desafortunadas simultáneamente. Como reina pudo ejercer libremente durante una larga temporada, pero se llevó un disgusto morrocotudo cuando comprobó que no podría cumplir su vocación absolutista porque sus teóricos correligionarios se habían apuntado en el bando de Carlos María Isidro, el otro pretendiente al trono, o séase, que se hicieron carlistas y no solo dejaron a doña Isabela triste y sola como Fonseca, sino que se enfrentaron a ella en tres guerras civiles. Y es que un rey sin trono es como un cuarto de baño sin bidé.
Los Borbones, salvo alguna honrada
excepción como la del Rege Carolo III, no han sido lo que se llama un dechado
de perfecciones. No han destacado en casi nada bueno, excepto en una cosa: el
sexo. Y en eso, doña Isabel II fue una maestra. Es posible que con el marido
que le tocó en suerte, es decir, su primo Paquito, no le quedara otra solución,
por eso le dijo a su madre el día antes de casarse: "He cedido como reina,
pero no como mujer. Yo no he buscado a este hombre para que fuese mi marido; me
lo han impuesto y no lo quiero". La noche de bodas fue un fracaso. Más
tarde diría Isabel II al diplomático León y Castillo: "¿Qué voy a decirte
de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más bordados que yo
en la mía?".
El pueblo español, que cuando la toma con
alguien es particularmente hiriente, la tomó con el pobre Francisco de Asís
--por entonces no ser macho ibérico era un baldón-- y le dedicó numerosas
coplillas:
"Paquito natillas
es de pasta flora
y orina en cuclillas
como una señora".
O esta otra:
"Don Francisco de Asís
sacando su picha muerta
al amparo de una puerta
lloriquea y hace pis".
Al parecer, los asuntos mingitorios tenían su importancia en el s.
XIX. Una revista de la época dedica estos versos al rey consorte:
"Vuestra noble faz empaña
el ñublo del deshonor,
desfaced presto esa niebla,
cortaos los cuernos, señor,
que el mundo entero os señala,
la Europa os llama cabrón,
y ¡Cabrón! repite el eco
en todo el pueblo español".
Pero allá donde iba la Isabelona le erigían arcos de triunfo como
los de la foto.
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