"Agosto de 1947. En esa fecha, Miguel Estelrich Perelló
(Santa Margarita - Mallorca 1913-1987) pudo llevar a la práctica su
espectáculo con el cual daría prácticamente la vuelta al mundo. Tras
cuatros años de ideas, ilusiones, proyectos, pruebas y ensayos al fin
pudo lograrlo"
La idea que le había brindado un amigo suyo, Eduardo Pagés, cuatro años antes de ver si era capaz de cruzar con su bicicleta la plaza de toros de torre a torre por encima de un cable sin ningún tipo de protección, la pudo llevar al fin a práctica. Miguel Estelrich, cuyo nombre artístico fue desde entonces “MESTELRICH”, denominó a su número, (que fué único y pionero en todo el mundo) “La Ruta de la Muerte”, denominación que, por un milagro, no se convirtió en realidad como veremos más adelante. Eran los años de la post-guerra en España.
La gente trabajaba en lo que podía y los más osados, los que ahora se denominan emprendedores, tenían que ingeniárselas para poder salir adelante. Miguel Estelrich desde joven era un soñador, un aventurero, un entusiasta, un deportista, un temerario… En su cabeza rondaba únicamente una cosa: Hacer algo fuera de lo común para granjearse la admiración de todos. Los espectáculos a los que solía acudir la gente en Palma, en una época donde la esperanza volvía a resurgir en sus rostros, eran sobre todo las corridas de toros, el ciclismo en el Velódromo de Tirador, las veladas de boxeo que allí mismo se celebraban y el fútbol con el R.C.D. Mallorca como principal protagonista. A Miguel, desde muy joven, le encantaba el mundillo del espectáculo y el deporte. Ello le llevó a probar suerte en el toreo. No le fue bien.
Después convenció a su hermano pequeño Rafael a
que se dedicara al boxeo. El sería su manager. Rafael, un genial
deportista, llegó a ser campeón de Baleares de los pesos ligeros, pero
una lesión en una de sus cejas hizo desistir a su hermano de llevarlo a
conquistar mayores metas. El afán creativo de Miguel le comía por
dentro. Su gran amigo, Jaime Pericás, triunfaba en el toréo y
también él quería triunfar pero haciendo algo nuevo, algo especial que
nadie hubiera hecho hasta entonces. Metido en el mundillo de los toros
por sus amigos, la primera ocurrencia que tuvo fue la de hacer el “Don Tancredo”
con su bicicleta, esa figura en el mundo del toreo que permanece
inmóvil delante de los toros con la creencia (sólo creencia) que los
astados no embisten a un objeto inmóvil.
No fue fácil convencer a las autoridades para que le autorizaran a realizar aquél número. Pero lo hizo. Colocó su bicicleta sobre dos pedestales de cincuenta centímetros de altura y como las ruedas completaban los otros cincuenta centímetros exigidos para realizar la suerte del “Tancredo” reglamentario, inició ese número totalmente nuevo.
La idea que le había brindado un amigo suyo, Eduardo Pagés, cuatro años antes de ver si era capaz de cruzar con su bicicleta la plaza de toros de torre a torre por encima de un cable sin ningún tipo de protección, la pudo llevar al fin a práctica. Miguel Estelrich, cuyo nombre artístico fue desde entonces “MESTELRICH”, denominó a su número, (que fué único y pionero en todo el mundo) “La Ruta de la Muerte”, denominación que, por un milagro, no se convirtió en realidad como veremos más adelante. Eran los años de la post-guerra en España.
Miguel haciendo de hombre-anuncio para el Velódromo del Tirador
La gente trabajaba en lo que podía y los más osados, los que ahora se denominan emprendedores, tenían que ingeniárselas para poder salir adelante. Miguel Estelrich desde joven era un soñador, un aventurero, un entusiasta, un deportista, un temerario… En su cabeza rondaba únicamente una cosa: Hacer algo fuera de lo común para granjearse la admiración de todos. Los espectáculos a los que solía acudir la gente en Palma, en una época donde la esperanza volvía a resurgir en sus rostros, eran sobre todo las corridas de toros, el ciclismo en el Velódromo de Tirador, las veladas de boxeo que allí mismo se celebraban y el fútbol con el R.C.D. Mallorca como principal protagonista. A Miguel, desde muy joven, le encantaba el mundillo del espectáculo y el deporte. Ello le llevó a probar suerte en el toreo. No le fue bien.
Exibición equilibrista |
Haciendo "es burot" |
Rafael y Miguel (a la derecha) En una velada pugilística en El Tirador
No fue fácil convencer a las autoridades para que le autorizaran a realizar aquél número. Pero lo hizo. Colocó su bicicleta sobre dos pedestales de cincuenta centímetros de altura y como las ruedas completaban los otros cincuenta centímetros exigidos para realizar la suerte del “Tancredo” reglamentario, inició ese número totalmente nuevo.
Había que tener valor, encaramado solo a los tubos de una bicicleta, ante el morlaco
El temple de aquel muchacho subido encima de su bicicleta en el centro de la plaza mirando al cielo haciendo caso omiso al toro que salía alocado de los toriles al galope y que tras dar varias vueltas se paseaba a su lado como si nada, fue un gran éxito que motivó le ofrecieran varios contratos para actuar con un espectáculo taurino musical por todas las plazas de España. ¡Ya había logrado meterse en ese mundillo con algo innovador que nadie había hecho!, aunque pronto se dio cuenta que una cosa era la teoría y otra la práctica. Por lo visto, había toros que respetaban aquella “estatua”, pero otros no, ya que salió despedido más de una vez por los aires aunque sin lesiones de importancia dada la agilidad física que tenía. Cuando la “tourné” por las plazas de toros con el “Tancredo” iba finalizando, Miguel no podía consentir que su osadía y valentía se quedará ahí e intentó una cosa imposible: el rejoneo en bicicleta. Aquella idea, totalmente descabellada, resultó ser un fracaso monumental, pues aunque entrenó mucho para quedarse quieto en la plaza con su bicicleta y acudir
después despacio hacia el toro para con un quiebro intentar clavarle el
rejón, la primera vez que lo intentó en la práctica, cuando se revolvía
el toro no le daba tiempo a huir, pese a darle con sus piernas una
velocidad endiablada al “piñón fijo” de su bicicleta. Lo alcanzó una y
otra vez con suma facilidad, pese a estar muy atentos los subalternos
para acudir al quite, saltando él y la bicicleta por los aires. Aquello
no funcionó y el empresario de la plaza de toros, Eduardo Pagés,
viendo el arrojo y valor que tenía aquél joven que con su bicicleta
quería intentar lo imposible y que por lo visto era capaz de hacer
cualquier cosa, le insinuó que pensara en atravesar la plaza de toros
por encima de un cable con su máquina… ¡¡Si te lo propone tú lo podrás
hacer chaval!! le dijo. La idea que aquél hombre le insinuó sin duda
pensando en que caería en un saco roto, o quizás, porqué no, a lo mejor
pensando en que aquél loco muchacho era capaz de realizar cualquier
barbaridad, fue desde ese momento como una obsesión para Miguel. Cuenta
en su biografía que con su bicicleta siempre que pasaba por la Rambla
intentaba ir todo el trayecto por encima de la vía del tren, hasta que
logró hacerlo sin salirse ni un centímetro. Pasaban los meses y Miguel,
en la frutería que llevaba con su mujer en el mercado, no dejaba de
darle vueltas a la cabeza pensando en la manera de poder realizar
aquella idea. Sus ganas de llevar adelante aquel proyecto juntamente con
las enormes dudas que frenaban su ímpetu, se las expuso a varios amigos
suyos.
Miguel patentó su invento por si acaso... |
Sin todos estos amigos no hubiera sido posible la aventura de Miguel |
Practicando con el cable en el Velomodro del Tirador
Cuenta Miguel en su biografía, que el empresario del Velódromo de Tirador le brindó gustoso la torre de entrada al recinto para que probara allí su invento y entrenara cuanto quisiera. Al cabo de unos días Miguel colocó un cable tenso a una altura de un metro y en aquel pequeño lugar y con su bicicleta, a la que había quitado evidentemente los neumáticos, después de muchas caídas y muchísimos intentos, logró pasar de lado a lado sin caerse. Pero las llantas resbalaban cuando le daba fuerza a los pedales y sobre todo, le costaba mucho avanzar desde el centro de aquella cortita distancia por la comba que se producía (comba que iba a ser su pesadilla en toda su trayectoria artística). Si en aquel corto trayecto ya ocurría esto, ¿qué ocurriría en una plaza de toros? -se preguntaba-. Aquello no iba. Fue su amigo Méndez el que tuvo de nuevo que animarle diciéndole que las ruedas deberían ser de un material que no resbalara con el cable, por ejemplo la madera… Miguel, ni corto ni perezoso buscó a un ebanista amigo suyo, Miguel Mudoy, el cual entusiasmado con la idea le hizo unas ruedas de madera de haya. ¡Le fueron perfectas!. Faltaba ahora que le fabricaran los 200 metros de cable con ánima de acero de 8 mm. de diámetro necesario para probar el sistema en la plaza de toros. No fue posible encontrarlo en Mallorca. Otra vez su amigo e ideólogo Méndez fue quien le ayudó y escribió a la fábrica “Quijano” de Santander para que se lo enviaran contrareembolso.
La plaza de toros de Palma, aquí tendría lugar el espectaculo de "La ruta de la muerte"
Era Abril del año 1946. Miguel disponía ya del material necesario para intentar montar todo su tinglado en la plaza de toros y probarlo. Hacía tiempo que había pensado en su hermano Rafael y en un “brusquer” amigo suyo, Sebastián Mestre, mecánico de bicicletas, para que les acompañara en esa aventura aún a costa de exponer sus vidas. Sabía que los dos iban a aceptar su propuesta. Y efectivamente los dos asintieron a la espera que les llamara para ensayar. Aquellos, evidentemente eran otros tiempos. El empresario de la plaza de toros, Antonio Bonnin, también buen amigo de Miguel quien hacía ya tiempo que le había confirmado que tendría a su disposición la plaza para realizar los entrenamientos necesarios, le facilitó toda la colaboración para que las pruebas las realizara a puerta cerrada con el compromiso de que, si el proyecto salía bien, el debut lo tenía que hacer allí. Naturalmente Miguel aceptó encantado.
Dice Miguel Estelrich en su biografía: “Comencé
instalando el cable a la altura de la barrera. Unos cincuenta metros de
diámetro. Los tensores funcionaron a la perfección. Quedó el cable
perfectamente tenso. Únicamente en el centro había unos centímetros de
desnivel. Había que probar que pasaría en este punto crítico (el lugar
más alejado de los tensores). Coloqué la bicicleta junto a la barrera y
mientras Méndez y unos amigos me sostenían, me subí a ella y comencé a
rodar ante su estupor. Iba rodando poco a poco. Me fijaba en la rueda,
en el suelo, en el cable…¡No sabía si tendría o no vértigo a más
altura!. Y me di cuenta de que me estaba poniendo nervioso. Llegué al
centro de la plaza y noté como el cable se balanceaba lentamente de lado
a lado y me costaba más pedalear. ¡Estaba en la zona de la comba, la
zona más crítica, el centro del recorrido!. Me paré y continuaba el
balanceo, no podía avanzar y me caí… Naturalmente, ante la poca altura
no me hice nada y recuerdo que salté preocupado en que no se cayera la
bicicleta al suelo, cosa que logré. Ante los consejos de mis amigos que
vinieron a mi lado y no cesaban de decirme lo que debía hacer, les corté
diciéndoles que ya sabía lo que había ocurrido.
Aquí, en los ultimos ensayos en una plaza vacía |
Ya sabía los
secretos del equilibrio y me sentía enormemente tranquilo. En poco
tiempo conseguí cruzar la plaza de torre a torre, ya con las plataformas
que habíamos fabricado, a veinte metros de altura sin ningún tipo de
protección, como es lógico (a estas distancias era impensable colocar
algún tipo de red). ¡La idea que me había dado Eugenio Pagés ya era un
hecho!... Llamé a mi hermano Rafael y a Sebastián Mestres y les enseñé
el espectáculo. Crucé delante de ellos la plaza de toros a máxima altura
y cuando bajé les enseñé cómo tenían que ir los trapecios enganchados a
los ejes de las ruedas. Querían probarlos ya a esa altura, pero les
anuncié que al día siguiente comenzaríamos los ensayos a la altura de
media grada y de ahí para arriba. He de reconocer que uno y otro tomaron
mucho interés y entusiasmo en el audaz y arriesgado ejercicio de
trapecistas”.
El día del debut, la plaza estaba llena. |
Ese día no paso nada, solo el susto... |
Por lo
visto tuvo un corte de digestión. Decíamos al principio que por un
milagro la denominación de “La Ruta de la Muerte” no se había llevado a
término y así fue. Rafael tuvo la “suerte” de caer encima de una
persona.
Evidentemente si
hubiera caído de lleno al suelo su muerte hubiera sido instantánea.
Aquél hombre que le salvó la vida, era el empleado que estaba tensando
la escalera para que descendieran al final de la actuación. Los dos
quedaron tendidos en aquél lugar. El empleado retorciéndose de dolor con
los brazos rotos y Rafael inmóvil en medio de un gran charco de sangre
que le manaba por la cabeza.
...Pero éste si. La caída fue terrible, casí mortal de necesidad.
A Miguel le dio un ataque de nervios viendo desde allí arriba a su hermano tendido en el suelo. Se quedaron él y Sebastián inmóviles sin saber que hacer, aguantando el equilibrio como podían. Faltaban solamente unos metros para llegar a la plataforma y enganchar la bicicleta... pero no pudieron llegar. Los miembros de la BBC desplazaron rápidamente una de las torres móviles desde donde filmaban hasta situarla exactamente debajo de ellos. Pero les faltaron unos poco metros para llegar hasta la bicicleta. Pudo bajarse Sebastián, pero él sabía que al desprenderse del trapecio Miguel se quedaría sin apoyo alguno para aguantar el equilibrio y su caída sería segura. En las imágenes se ve a Sebastián que no quiere soltar el trapecio... y cuando lo hizo, la bicicleta se tumbó dando un giro de 180º...Aquéllos momentos debieron ser dramáticos para todos. A Miguel le salvó la vida el tener los pies atados a los pedales y la rápida intervención de los cámaras de la BBC, que pudieron agarrarle enseguida cuando su cuerpo chocó violentamente con la estructura de la torre evitando así la caída segura. Al ver las imágenes de aquellos momentos, uno piensa que a pesar de la terrible caída de Rafael, los dos hermanos habían vuelto a nacer aquél día.
En esta grabación de la BBC, podemos ver la terrible caída de Rafael...
Rafael estuvo entre la vida y la muerte ingresado en un hospital de Londres, en coma, con fractura craneal, politraumatismos por todo el cuerpo y pérdida de una oreja, durante mucho tiempo. Al final recobró el conocimiento y se llegó a recuperar aunque no del todo. Nunca se acordó de nada de lo que le ocurrió y evidentemente no pudo volver al trapecio. Una vez en Mallorca, al cabo de varios meses y a instancias precisamente de Rafael que había vuelto a su trabajo en la oficina de correos y telégrafos, Miguel buscó a otro trapecista que sustituyera a su hermano para cumplir los contratos que tenían firmados para actuar en EE.UU. Encontró a dos que estaban dispuestos a acompañarle. Eran Magín Torrecilla y Gabriel Perelló. Magín Torrecilla fue el elegido.
Dos imagenes de su actuación en el Steel Pier de Atlantic City
Partieron hacia América, Miguel, Sebastián y Magín. En Estados Unidos, en Atlantic City, les contrataron por seis meses para actuar a 50 metros de altura en un escenario flotante sobre el Océano. El local, el “Steel Pier”, era todo de madera y se adentraba en el mar cerca de un kilómetro. Empezaron los espectáculos diarios en aquél complejo acuático con Sebastián y Magín dispuestos a cumplir el contrato de medio año que habían firmado. Pero 6 meses es mucho tiempo. Aquello se hacía muy largo y cierto día Sebastián le dijo a Miguel que quería ver a su familia y que quería regresar a Palma. Le dijo que contratara a Gabriel Perelló y Miguel así lo hizo. Sólo le tuvo que decir “ven” y Gabriel se preparó enseguida para acudir a su llamada. Mientras llegaba, las actuaciones continuaban con Miguel y Magín en el monociclo. Sebastián se había ido.
Una
vez llegó Gabriel, estuvo entrenando unos días a baja altura
aprendiendo los movimientos y la técnica que empleaban. Al comprobar que
no tenía vértigo y que se acoplaba perfectamente con Magín en los
ejercicios, comenzaron a realizar el número con la bicicleta habitual
los tres. Pero el 31 de julio de 1953 Gabriel se cayó al mar. Dice
Miguel en su libro: “Yo grité a Magín ¡no te muevas, volvemos para atrás!…al mismo tiempo vi como se lanzaban al agua la troupe de nadadores para buscarlo. Cuando bajamos del cable, Gabriel ya estaba sobre el escenario con el correspondiente susto y nerviosismo”
No volvió jamás a subir al trapecio. Terminaron los contratos de EEUU y Miguel y Magín regresaron a Palma a finales de 1953.
No volvió jamás a subir al trapecio. Terminaron los contratos de EEUU y Miguel y Magín regresaron a Palma a finales de 1953.
También tenían sus momentos de diversión, no todo iba a ser trabajo
Durante el año 1954, Miguel de nuevo con Sebastián, recorrió varios países de Oriente Medio, contratados por un empresario griego que era dueño del “Imperial Circus”.
Por aquel entonces Miguel había creado la bicicleta “mas pequeña del mundo”
y varios empresarios iban detrás de él para que realizara el habitual
número aéreo en el exterior del circo como reclamo, para después actuar
en la pista con la exhibición de esa bicicleta. Terminada la gira por
los países árabes, en enero de 1955, Sebastián y Miguel emprendieron de
nuevo viaje hacia Venezuela para cumplir una serie de contratos que les habían ofrecido. Iban los dos solos con el monociclo.
Esta
vez Sebastián regresó un año después y Miguel lo hizo para retirarse el
21 de Noviembre de 1958. Había querido quedarse allí y probar suerte
como empresario de un circo...pero una tormenta tropical se lo llevó por
delante. “Todo lo que gané como artista lo he perdido como empresario”. Dijo a su regreso.
Miguel y Sebastián recibiendo el "Bolivar de Oro" en Venezuela
Pedaleando con la bicicleta más pequeña del mundo
Miguel continuó hasta los 55 años en que se retiró, actuando en Palma en salas de fiestas y locales de ocio como “ciclista de fantasía” y con la bicicleta más pequeña del mundo. Falleció en Palma de Mallorca el 2 de junio de 1987.
En este vídeo podemos ver diferentes actuaciones de Mestelrich...
Y para finalizar, agradecer a Luis Miguel Estelrich Ruiz, hijo del gran "Mestelrich" las facilidades que me ha dado para publicar esta entrada, basada en sus textos y en el libro autobiográfico de su padre "Mestelrich. Memorias de un equilibrista"
Que magnífica entrada le has hecho a este hombre del espectáculo y del deporte, al que no conocía, pero que parece que no le temía a nada ni nadie y se enfrentaba a todos los retos posibles con una gallardía y audacia incomiables. Lo del toro y don Tancredo tiene guasa, tiene su cosa, sí. Excelente post, Lorenzo. Saludos.
ResponderEliminarGracias, pero el mérito no es mio. Y como ha podido comprobar, es todo un personaje que merece ser conocido por las nuevas generaciones. Espero que este pequeño homenaje y desde este blog sirva para ello.
ResponderEliminarSaludos
Chulisimo!!! No tenia ni idea...
ResponderEliminarPerfecta la entrada Lorenzo. Pienso que hace ahora 64 años mucha gente se debió enterar que Mallorca existía, gracias a ese espectáculo que pasearon por todo el mundo.
ResponderEliminarHola Lorenzo:
ResponderEliminarDesconocía a este deportista. Me llama la atención que haya pasado por Venezuela.
Como dice el comentario de anónimo, este caballero puso el nombre de las baleares en el mapa con letras mayúsculas....Y también de España
Saludos
Anónimo 1º:
ResponderEliminarGracias. Me satisface que le guste.
Anónimo 2º:
Tiene mucha razón. En aquellos días puso el nombre de Mallorca en el mapa. Es pena que no sea más conocida su historia...
MANUEL:
Por Venezuela y por más de 50 paises.
Realmente fue un pionero en lo suyo y estuvo muchos años presentando su espectaculo por el mundo.
Saludos a todos.
Soy la nieta de Sebastian Mestre y siempre me ha gustado escuchar a mi abuelo contar como ensayaban y como no lo bien que se lo pasaban. Un saludo.
ResponderEliminarY que aun cuenta a sus bisnietos.
EliminarSoy tu padre, Tu abuelo murio en julio de 2012, que Dios lo tenga en su santa gloria.
EliminarYO SOY OTRA NIETA DE SEBASTIAN, ES MUY BONITO PODER VIVIR ESTAS COSAS QUE SOLO ELLOS PODIAN CONTAR, AUN ASI GRACIAS A NUESTRO ABUELO LO TUVIMOS SIEMPRE MUY PRESENTE ....... Y ALLI DONDE ESTE SEGURO SIGUE VIVIENDO UNA VIDA EN EQUILIBRIO
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