Autoretrato |
«Fue un día que acudí a una barbería regentada por un mallorquín de Felanitx. Me sugirió que aprendiera a retratar y para iniciar la actividad visitara a un tal Emilio Solé»
Este tal Emilio Solé le recomendó que se comprara una cámara y que empezara a practicar. La primera máquina que se compró Mascaró fue una Dago Orgues de 18x24 y con ella inició su actividad como fotógrafo: hizo un reportaje de un banquete, fue retratista de un balneario y recorrió la provincia de Mendoza con un carro y dos caballos buscando gente que se quisiera retratar.
En 1926 volvió a Mallorca y se instaló en María de la Salut, en la casa n° 40 de la calle Femenies donde montó lo que él denominaba su laboratorio. La casa, actualmente convertida en cochera, constaba de dos aguas. En la primera crujía, hacía los retratos y era allí donde tenía los objetos que constituían el decorado de sus fotografías: unas columnas, una tela, unas bombillas, etc... era, en definitiva, su estudio, aunque muy primario. La parte trasera de la casa era propiamente el laboratorio: tenía los líquidos necesarios para el revelado, una pila con agua, los papeles para positivar las fotografías, y montañas de clichés. Pero la tarea que más le gustaba a Mascaró era retratar, es decir disparar la cámara y calcular bien con pasos o bien con el cayado la distancia desde la que tenía que hacer la fotografía. Parece que el trabajo de "laboratorio" la hacía muchas veces su primera mujer, Joana María Sureda, y las ampliaciones las daba a hacer a un tal Coromines, fotógrafo valenciano que tenía un estudio en la calle Jaume II de Palma. A lo que se dedicaba Mascaró los primeros años que después de volver de Argentina era a recorrer Mallorca en busca de paisajes para retratar:
«Con los ahorrillos que había conseguido me compré un carretón y una mula y empecé mis correrías por Mallorca, visitando los lugares, en plan profesional, naturalmente»
Aunque no se puedan datar con exactitud, parece que fue entre los años 1927-50 cuando Pere Mascaró retrato prácticamente todos los pueblos de Mallorca: sus plazas, los edificios más significativos, los primeros hoteles, las playas aún vírgenes, etc... Su finalidad era difundir estas fotografías en forma de tarjetas postales, las que vendía por un real y, esto, según él le permitía vivir:
« Tenga en cuenta que las fotografías tamaño postal, que vendía en los pocos hoteles que había en la isla, eran a 0.25 pesetas, o sea un real. Y ganaba por cada una nada menos que 5 céntimos. Pero en aquellas fechas cinco céntimos eran cinco céntimos»
Además de vistas de Mallorca, Mascaró hacía fotografías de actualidad, retratos, etc., faceta esta última en la que además se dedica a partir de los años 50-60 cuando ya se encontraba demasiado cansado para recorrer todos los pueblos del la isla cargado con sus cámaras. Los últimos años de su vida prácticamente no se movía de María donde hacía fotografías carné y retratos de primera comunión, según él: «a precio muy módico, Sólo para poder ir tirando». Prácticamente ya sólo iba a los pueblos de los alrededores de María: Sineu, Petra, etc., donde acudía los días de ferias y mercados con el tren o el autocar, no ya con su carro. Alrededor de los años sesenta no se paseaba tampoco con sus tradicionales artilugios: el trípode plegable, una cámara de cajón, una tela negra y una serie de fotografías colgadas a modo de muestrario. En aquel entonces tenía una máquina de rodillo que, como él decía, no acababa de entender y únicamente la defendía por su mayor comodidad de traslado.
Una prueba de que Mascaró no entendía las modernas técnicas fotográficas es que a veces los retratos que hacía o bien los debía repetir o bien devolver el dinero a los que había retratado: «repetir o devolver un duro» ponía al dorso de una fotografía que hacia los años 60 hizo a una pareja de Búger una tarde de verbena.
Una prueba de que Mascaró no entendía las modernas técnicas fotográficas es que a veces los retratos que hacía o bien los debía repetir o bien devolver el dinero a los que había retratado: «repetir o devolver un duro» ponía al dorso de una fotografía que hacia los años 60 hizo a una pareja de Búger una tarde de verbena.
Parece que Mascaró no fue un fotógrafo profesional, sino simplemente un retratista popular, como lo demuestra el hecho de que no se preocupara por los avances técnicos, no hiciera ningún curso de perfeccionamiento ni abriera un estudio de acuerdo con las nuevas exigencias. Esto no significa, sin embargo, que las fotografías tomadas por Mascaró no constituyan documentos gráficos de primer orden para conocer la sociedad mallorquina de los años '30 al '60, y más sí tenemos en cuenta la gran cantidad de archivos fotográficos que actualmente han desaparecido.
- GALERÍA -
Estación de ferrocarril de Porreras |
Procesión |
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