El barrio de El Terreno ocupa una franja del litoral de la bahía de Palma, en la falda del bosque del castillo de Bellver, flanqueado por la zona residencial de Son Armadans, Son Alegre y el barrio de Portopí. Antiguamente, El Terreno estaba situado en dominios de realengo, adscritos al castillo de Bellver. En 1656 se hizo, junto a la costa, Sa Quarentena, hoy convertida en jardín. Hasta que se construyó el paseo Marítimo, junto a ese recinto de Sa Quarentena, estaba Sa Pedrera, lugar de donde se extraía piedra dejando así una explanada, lo que permitió que posteriormente se instalasen unos astilleros. La primera casa de la que se tiene constancia en la zona data de 1777 y se refiere a la que se construyó el artista y naturalista Cristóbal Vilella, impulsor de la decoración a base de conchas marinas y ligado por sus trabajos a la familia real española.
La Bahía de Palma con El Terreno al fondo
Precisamente fue a merced del Rey que pudo adquirir el solar. Este edificio luego pasó a la familia Dezcallar y fue conocido como Son Catlaret. Un portal blasonado con las armas reales y el topónimo que da nombre a la calle son los únicos vestigios que nos quedan de esa propiedad. Según el catedrático Bartomeu Barceló, el barrio de El Terreno toma su nombre de la finca que hacia finales del siglo XVIII fue del cardenal Antonio Despuig y Dameto. En esta finca quería el cardenal reunir las piezas de su magnífico museo, las cuales finalmente acabaron depositadas en la finca de Raixa. Las casas prediales de El Terreno todavía se conservan, muy modificadas, y son conocidas actualmente como Can Rubert o Nazaret, nombre, éste último, que surgió en 1923 al convertirse la casa en un colegio que llevaba ese mismo nombre. Sus jardines han sido recientemente restaurados, con la excepción de un rincón muy degradado el cual está ocupado desde hace décadas por una discoteca. A la muerte del Cardenal Despuig (1813), la finca fue vendida a Jaime Sitjar, para un año después vendérsela a Juana A. Vidal y Serra de Marina. A la muerte de la señora Vidal, El Terreno pasó a sus parientes los Rubert, familia que con el tiempo fue parcelando la finca, posibilitando la urbanización de la zona.
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Camino de El Terreno con el tranvia de mulas |
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El Terreno en 1914 |
La merced concedida por el Rey en su día a Vilella, y seguramente a Despuig, para poseer un solar en el realengo de Bellver, significó un precedente para el posterior proceso urbanizador de la zona. Por otra parte, en 1821, apareció en Palma la fiebre amarilla, diezmando la población palmesana. Parte de la gente que tuvo la suerte de no contagiarse se instaló en las faldas del castillo de Bellver, provocando la aparición de un poblado provisional construido con barracas de madera. El material se consiguió talando los pinos de los alrededores, lo que significó arrasar la mayor parte del bosque de Bellver. Esas cabañas de madera se volvieron a ocupar en 1835, cuando tuvieron lugar en Palma unos movimientos sísmicos importantes, lo que ocasionó que algunos vecinos de la ciudad buscasen refugio allí.
Por otro lado, durante la segunda década del siglo XIX se construyó un camino nuevo (actual calle Joan Miró) que unía el barrio de Santa Catalina, con los castillos de Bellver y San Carlos, reemplazando el antiguo (actual calle Robert Graves, donde se encuentra el puente del torrente Mal Pas) tramo del camino que unía Palma con Andratx, contribuyendo a mejorar el acceso a la zona.
En 1835 hubo el primer intento de urbanizar la zona. Fue la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País, institución que obtuvo gran relevancia en el desarrollo de Mallorca durante esos años, la que presentó un proyecto a la autoridad militar con la consiguiente solicitud de los permisos para llevar a cabo la urbanización en la falda de Bellver. Recordemos que esa zona había quedado desarbolada años antes con motivo de la epidemia. Si bien el proyecto fue rechazado por la autoridad competente, lo cierto es que en 1840 el cronista Antonio Furió escribió que "en vez de la pasajera permanencia que en él (El Terreno) hacían nuestros mayores vemos hoy levantarse a porfía, en su llanura, hermosas y cómodas casitas".
De hecho, entre 1838 y 1845, Juan Rubert, edificó unas casas en la orilla del mar, en la parte de Can Barbarà. A partir de esa época el proceso urbanizador fue imparable, llegando al caso que en 1859 al señor Pedro Bonafé se le dio permiso para construir treinta y cuatro casitas. En 1886 se puso nomenclatura a las calles. En la década de los años ochenta del siglo XIX el barrio ya presentaba el aspecto de una pequeña población de recreo. El archiduque Luis Salvador dice que "con sus casitas pintadas de blanco, amarillo y azul... parece una pequeña ciudad", y Rusiñol añade que "és un cigne blanc del que cada casa en ve ésser una ploma". En esos momentos fueron apareciendo diferentes servicios: la farmacia, tiendas de comestibles, el horno, la barbería... la bella iglesia de Nuestra Señora de la Salud se construyó en 1870. Para que uno se haga una idea, en 1887, El Terreno estaba constituido por 343 edificios, en su mayoría de una sola planta.
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1921. Can Barbarà tambien conocido como Es Corp Marí |
Varias generaciones de ciutadans tuvieron la suerte de veranear, o vivir durante todo el año, en este barrio. El Terreno a finales del siglo XIX ya tenía el aspecto de un barrio de recreo. En esa época la familia Gomila, que tenía bienes en las Antillas –allí pasaba largas temporadas–, se construyó una casa en El Terreno para pasar las vacaciones. Los señores Gomila decidieron ceder al Ayuntamiento un espacio perteneciente a su solar para que sus hijos, junto con otros niños convecinos, jugasen a sus anchas. Con esta cesión, además, se mejoró el acceso de las casas vecinas con la carretera de Andratx (hoy calle Joan Miró) e incluso se permitió construir junto a la parcela de recreo infantil, un "Bornet" para el disfrute de los adultos. Este nuevo espacio fue conocido como "sa Placeta". Al cabo de unos años la familia Gomila se fue definitivamente a Santiago de Cuba y su casa, muchos años después, se convertiría en la sala de fiestas Tito´s.
La Plaza Gomila, cruzada por lo que era antes la carretera que llevaba a Andraitx. Vemos tambien el tranvía de mulas Palma - Porto Pí
Algunos años después de la anterior foto. El tranvia ya se ha electrificado. La linea Palma - Porto Pí fue la primera en 1916.
A la derecha de la imagen podemos ver la entrada a la antigua discoteca Tito´s
La plaza Gomila en 1953
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En el año 1970 |
Algunos años más sobrevivió "sa Placeta", la cual estaba configurada por unos bancos de piedra entre los cuales había columnas que sostenía unas hidrias como las que había en el paseo "des Born". Nada queda de aquel espacio. Hoy, en su lugar, encontramos una plaza Gomila insulsa y triste, dónde sólo los terreneros más mayores pueden revivir entre sus recuerdos brumosos aquellas tardes estivales en "sa Placeta", a la sombra del castillo de Bellver. En esta misma plaza vivió uno de los personajes más famosos que han habitado en El Terreno: el pintor Santiago Rusiñol. Según cuenta Lluís Fábregas –terrenero de pro– en sus memorias "Estampas de El Terreno", el pintor catalán vino a Mallorca a consecuencia del éxito que tuvo el artista Lorenzo Cerdà en la Exposición Universal de Barcelona. Cerdà entabló amistad con Rusiñol. El mallorquín mostró algunos lienzos de paisajes de Mallorca al pintor catalán, el cual quedó maravillado. Tanto fue así que Rusiñol decidió visitar la Isla. Así empezó su relación con Palma. Once años después de la Exposición Universal, Rusiñol, junto a su esposa e hija, llegó a Palma con la intención de quedarse. Tenía apalabrada una casa en la plaza Gomila, esquina con lo que fue la calle Nube, "verdadera balconada mediterránea". Los de mi generación hemos conocido ese lugar como el lúgubre callejón del "Chotis", que nada tiene que ver ya con ese rincón idílico del que nos habla Fábregas.
El terreno en 1910
Realmente esa casa debía ser un pequeño paraíso. Tanto Rusiñol como su esposa e hija quedaron hechizados de ese lugar. Enseguida se integraron en la vida del barrio. El pintor catalán llegó a ser miembro permanente en la tertulia "des Capellà Sec", auténtico parlamento de la "república" terrenera. Asistían a esa tertulia Pep Rover, Gabriel Alomar Villalonga, Francisco Escalades, Lluís Martí... entre otros. En casa de los Rusiñol fue a vivir el pintor Joaquim Mir. Tenían como vecinos al señor Pinto, profesor de piano, casado con una hermana del famoso pintor Gaspar Terrassa, también terrenero de toda la vida, con quien Rusiñol entabló una gran amistad. María Rusiñol, hija del pintor catalán, cuenta en sus memorias que: "Terrassa era altísimo, esbelto, distinguido. La barba blanca. Y sus ojos de azul clarísimo. En verano, vestía traje blanco y su aseo era tal, que, de haber existido detergentes ninguno de ellos hubiera podido competir con él. Fou l´homo més net del món".
Ciertamente, en El Terreno todos los vecinos conocían la exagerada manía del pintor Terrassa. Se conoce la anécdota de cuando llovía, la calle Joan Miró, todavía sin asfaltar, se convertía en un barrizal. Por este motivo era costumbre hacer "caminitos" colocando periódicos en el suelo que iban desde la entrada de las casas hasta la parada del tranvía. Nada más caer cuatro gotas, uno de los primeros vecinos en abrir "caminitos" de periódicos era Gaspar Terrassa. Uno de esos días lluviosos pasó el carro "d´en Confit", que para desgracia del carretero salpicó el blanco traje del pintor, que como un funámbulo iba por encima del "caminito". Mientras el tal Confit huía del colérico pintor, tuvo que escuchar toda una serie de improperios, insultos y demás palabras gruesas dirigidas a su persona y a la bestia que tiraba del carro lo que provocó que varias damas presentes en el momento del "atentado", tuviesen que taparse los oídos escandalizadas.
El popular Cafe Torres de la Plaza Gomila en 1940
Se podrían contar innumerables anécdotas y sucesos del El Terreno que denotan el buen ambiente que allí se respiraba. Entre los actos socio-deportivos que tuvieron lugar en el barrio destacó un campeonato de tenis. La sociedad recreativa "La Veda" tenía un campo de deporte en el Corb Marí. Allí se reunían las mejores raquetas mallorquinas de la época. Un día se organizó un campeonato entre mallorquines y catalanes, estos últimos pertenecientes al prestigioso club barcelonés "Turó Park". Ante el estupor y sorpresa de la selección catalana, ganaron los mallorquines. Los isleños hicieron muestras de caballerosidad al regalar la copa a los visitantes como obsequio de la visita. Éste detalle fue recogido por la prensa catalana quedando de manifiesto la generosidad y elegancia de los mallorquines.
Se suele decir que cada sociedad produce su arte –lo que incluye también su arquitectura–, a través del cual se transmiten sus valores, emociones, sentimientos… Mirando la estampa de El Terreno en la década de los años veinte o treinta contemplamos un conjunto de casas unifamiliares con sus jardines, huertos y verjas. Fue una época en que el vecino de delante procuraba no quitar las bellas vistas al vecino de detrás. Fue una época que mirando las fotografías o escuchando a los más mayores rememorando anécdotas, uno intuye una sociedad sana, en armonía, al menos esa armonía imperfecta que podemos llegar a conseguir en algunos momentos los hombres. El Terreno cambió. Ya en 1974, Lluís Fábregas, a propósito de la destrucción urbanística que sufrió el barrio, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, dejó escrito que: "Con el "cuento" del progreso, s´ha malmanat lo millor del Món. Este magnífico legado de nuestros bisabuelos, que sus tataranietos en su codicia han malbaratado para siempre". Para los que queremos El Terreno, cosa sádica es pasearse por sus calles de hoy contemplando fotos antiguas de su ayer.
(Bartomeu Bestard, Cronista oficial de Palma)