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7 de julio de 2011

Historia de Palma(4): La ciudad en la Edad Media

Jaume II
 Jaime I, repartió sus reinos entre sus dos hijos, Pedro y Jaime. A Jaime II le correspondió el Reino de Mallorca, con Menorca (que todavía estaba poblada por los musulmanes pero bajo jurisdicción del Reino de Mallorca), Ibiza y los territorios continentales del Senyoriu de Montpeller, los condados del Rosselló, Conflent, la Cerdaña y el Vizcondado del Carladès (todos ellos dentro de la actual Francia). Un reino disperso y pequeño, difícil de defender, y que era un obstáculo para las dos potencias europeas de la época, Francia quería las tierras del continente, mientras que por parte de la Corona de Aragón, el Reino de Mallorca era un punto importante para su expansión por el Mediterráneo. Pedro el Grande, deseó invadir el reino de su hermano desde el mismo momento que accedió al trono, pero la muerte se lo impidió. Poco antes había encargado la reunificación de las tierras de la Corona a su hijo Alfonso el Liberal. Pero la política mediterránea de la época jugó a favor de Jaime II, que se había refugiado en sus territorios continentales y en 1295, después de la muerte de Alfonso III, volvió a recuperar las islas y la integridad de su pequeño reino. Esta segunda etapa del reinado de Jaime II representa un periodo de prosperidad económica y cultural para Mallorca, con el inicio de las construcciones de la Seu (Catedral), el castillo de Bellver, los palacios de la Almudaina, de Valldemossa, Sineu y Manacor, fortificó Alcúdia y Capdepera, etc. En 1300 ordenó y reguló nuevos pueblos y organizó la creciente población de la isla. Muerto en 1311 le sucede Sancho (1311-1324) quien continua la labor organizadora del Reino de Mallorca, creando el Grande y General Consejo, órgano representativo de la isla y primer precedente de la actual Consell de Mallorca, y el Sindicato Foráneo que trataba los problemas de la Parte Foránea (todos los municipios de la isla menos la capital). Económicamente impulsó el desarrollo de la agricultura y del comercio. Muere sin descendencia y deja el reino a su sobrino Jaime III que era menor y por tanto, en un principio, quedó bajo la tutoría de su tío. Jaime III sigue desarrollando el comercio creando el Consulado de Mar, tribunal que regulaba las relaciones mercantiles, disponiendo de una escuadra, construyendo torres de vigía para defender la isla de los ataques saharianos. Pero el reinado fue una lucha constante con Francia y los condados de Cataluña, que deseaban sus tierras.

En 1343 Pedro IV el Ceremonioso invade Mallorca, que gana con cierta facilidad. Jaime III hace un intento desesperado por recuperar la isla y prepara un ejército que desembarcó en Pollença el 11 de octubre de 1349. Pero los mallorquines le dieron la espalda y las tropas de Pedro IV derrotan definitivamente al último rey de Mallorca en la batalla de Llucmajor el 25 de octubre, donde Jaime III muere en el campo de batalla y su hijo es encarcelado. Económicamente los dos ejes principales eran la agricultura y el comercio. Agrícolamente Mallorca sufre una transformación abandonando los cultivos de regadío por la expansión de la trilogía mediterránea, aceite, vino y cereal. Muy importante fue la ganadería ovina, sobretodo para la producción de lana, que ocupaba buena parte del territorio que había quedado despoblado por la expulsión de los musulmanes. Las manufacturas se concentraron en Ciutat de Mallorca organizada en gremios y con el sector textil como el más importante. El comercio también tenía su centro en la ciudad de donde de extraían los productos de la Parte Foránea y de los artesanos de Ciutat, además de ser un centro redistribuidor y un puerto importantísimo para las rutas comerciales del Mediterráneo.


La acentuada inestabilidad social y económica , fue seguida por el latigazo de la gran epidemia de peste negra de 1348, que afectó a casi toda Europa occidental. La disminución de la recaudación del morabatí —tributo que pagaban la mayoría de familias- puede resultar indicativo de los efectos de la peste: en 1350, la recaudación de Ciutat había menguado —respecto de 1343- en un 4,4% y la de la Part Forana en un 23,5%. Pero esa sólo fue la primera embestida pestífera. Durante toda la segunda mitad del siglo la población de Mallorca vio reducir sus efectivos como consecuencia de diferentes pestes y de otras enfermedades contagiosas, que la documentación suele denominar genéricamente como "morbo"; especialmente virulentas resultaron las epidemias de 1362 y de 1375. El miedo y la presencia de estas enfermedades pasaron a formar parte de la experiencia vital de la población mallorquina de la época. En la memoria colectiva, la gran peste de 1348 pasó a ser sólo “la primera mortalitat”, una de las tantas epidemias que diezmaron la población mallorquina en la Edad Media. Por otra parte, la mengua de la población también se vio favorecida por las frecuentes carestías alimenticias y, en general, por la crisis económica por la cual atravesaba el Reino de Mallorca. A pesar de lo anterior, en la segunda mitad del siglo XV la población mallorquina inició rápidamente su recuperación, que se interrumpió —aunque sólo temporalmente- como consecuencia de la peste de 1493-1494. Los efectos de la epidemia, aunque significativos, no impidieron la reanudación del crecimiento, que situó la demografía isleña en niveles próximos a los alcanzados en la primera mitad del siglo XIV. Pero esa dinámica ascendente volvió a interrumpirse de manera inesperada. En esta ocasión, a consecuencia de la Germanía. En la sociedad mallorquina de la Edad Media coexistieron diferentes grupos sociales, definidos tanto por el origen como por la religión.

Una coexistencia marcada por la segregación social a qué sometía el grupo mayoritario -la población cristiana, de origen mayoritariamente mallorquín- a las dos minorías que también integraban la sociedad mallorquina, los esclavos y los judíos. Estos últimos disponían de una organización autónoma -la Aljama- reconocida por el rey. En cambio, la situación de los esclavos -de origen no mallorquín, una vez extinguida la población musulmana autóctona, a finales del siglo XIII- era ciertamente diferente, ya que venía definida por su condición jurídica, concretada básicamente en la privación de libertad y la sumisión a las órdenes del propietario. Tanto los judíos como los esclavos fueron objeto de una severa legislación discriminatoria y de control, que los convertía como grupos aparte de la mayoría cristiana vieja o "denatura"  La población de origen mallorquín constituía en la sociedad  nacida con la conquista del 1229 el grupo predominante, tanto culturalmente como socialmente y demográficamente. Esto explica que, durante la Edad Media, el apelativo mallorquín se convirtiese en Mallorca en un sinónimo de cristiano viejo -o de natura, usando la terminología mallorquina de la época- y que fuera empleado, conjuntamente con el genérico cristiano, para distinguir a los cristianos de natura de los esclavos, de los libertos (esclavos que habían conseguido la libertad), de los judíos, los conversos y por los descendientes de todos ellos. Así puede apreciarse en las ordenanzas y capítulos de los gremios, en las disposiciones y órdenes de ámbito general y en documentación de diversa índole.


Si algo caracterizó la sociedad mallorquina medieval en relación a otras sociedades cristianas de la actual Europa occidental, fue sin duda la importancia que revistió la esclavitud: se ha estimado que la población esclava pudo constituir entre el 10 y el 30% de la población total de Mallorca durante el siglo XIV.  De todas maneras, y en relación a lo anterior, debe tenerse en cuenta que la esclavitud era un hecho habitual en el mundo mediterráneo, tanto en la Cristiandad como en el Islam. La importancia de la esclavitud en el Reino de Mallorca probablemente debe relacionarse con la facilidad existente para el aprovisionamiento de esclavos, que se derivaba de la posición estratégica de la isla en las rutas dedicadas a ese comercio humano. El término con que eran designados normalmente los esclavos -“catius”, es decir, cautivos- resulta indicativo de como se convirtieron en esclavos la gran mayoría: mediante la captura. Pero la esclavitud podía tener además otro origen: el nacimiento. O, más concretamente, tener padres esclavos o ser un “bord” (bastardo) hijo de un padre libre y de una madre esclava. Profesar una religión diferente al cristianismo era uno de los factores que permitían y, en ciertos contextos, hasta propiciaban la esclavitud. En principio los cristianos no podían esclavizar ni ser esclavos de otros cristianos, pero esto no fue óbice para que un gran número de griegos y de sardos, todos ellos cristianos, fueran esclavizados, ni tampoco lo fue para que los esclavos convertidos al cristianismo continuasen privados de libertad. Por lo que respecta al origen de los esclavos, este fluctuó considerablemente:en el siglo XIV predominaron los griegos, los sardos y los musulmanes; en el siglo XV, pueden diferenciarse con claridad dos períodos; a saber: la primera mitad de la centuria, caracterizada por el predominio de esclavos procedentes deEuropa oriental y Asia; y la segunda, que lo fue a su vez por el de los musulmanes norteafricanos negros y turcos.

En la Part Forana, los esclavos solían trabajar en las explotaciones agrícolas de sus propietarios, que normalmente eran terratenientes adinerados, poseedores de alquerías y rahales; en la ciudad, solían trabajar en la artesanía, como trajineros y, especialmente las mujeres, en el servicio doméstico de la aristocracia y de personas acomodadas. La situación de los esclavos conocía una amplia diversidad de situaciones, que comprendían desde la semi libertad hasta el padecimiento de todo tipo de malos tratos. Buena parte de los esclavos -a excepción de aquellos que ya eran cristianos- se convirtieron al cristianismo, o eso es lo que se desprende del hecho de que adoptasen una onomástica procedente del santoral cristiano. El propietario podía liberar el esclavo en su testamento o concederle la libertad cuando lo hubiera servido durante un cierto tiempo. Pero las liberaciones voluntarias no eran una cosa habitual. Normalmente, para poder liberarse, el esclavo tenía que establecer con su propietario -que debía prestar su consentimiento previo- un contrato de talla o de setmana. Estos contratos conocían varias modalidades, pero todos coincidían en lo esencial: fijaban un precio para su liberación y lo situaban en una condición de semilibertad, lo que le permitía alquilar bienes inmuebles, trabajar por cuenta ajena y negociar, normalmente haciendo préstamos, con las ganancias que hubiera obtenido mediante el ejercicio de estas actividades. No es de extrañar, por tanto, que las ansias de libertad propiciasen la autoexplotación de la mano de obra esclava. Los esclavos en proceso de liberación (denominados “setmaners” en la documentación) solían trabajar como jornaleros en las explotaciones agrícolas, talleres y otras actividades que requerían mano de obra suplementaria. Pero las diferencias entre los salarios masculinos y femeninos jugaban en contra de las esclavas “setmaneres” y hacían más difícil que pudieran conseguir regularmente la cantidad fijada como pago. Seguramente esto explica que muchas se viesen forzadas a recurrir a la prostitución; de hecho, setmanera y prostituta llegaron a convertirse en términos sinónimos.


Esta práctica, que fue prohibida repetidamente, debía de ser una de las pocas posibilidades de qué disponían las esclavas para reunir el importe que debían pagar como precio de su libertad. Si el esclavo llegaba a pagar el importe fijado en el contrato, obtenía su liberación y pasaba a ser “franc i alforra” (liberto). Una vez libre, tenía dos opciones: regresar a su lugar de origen u optar por establecerse definitivamente en la isla, dedicándose a las actividades características de los estratos más bajos de la población. Jurídicamente, nada diferenciaba al antiguo esclavo o esclava del resto de personas libres. Pero la igualdad jurídica no suponía en realidad el fin de la segregación: haber sido esclavo o ser hijo de esclavos constituía una especie de estigma social, como lo muestra que los antiguos esclavos y sus descendientes fueran privados de ejercer determinados oficios o que, normalmente, los libertos se casaran con libertas. La población judía mallorquina, que vivía organizada en una comunidad regulada según la ley judaica -aljama-, vivía concentrada en el call (judería) de Inca y, en su gran mayoría, en el de Ciutat, aunque se documenta su presencia en numerosas villas. Los judíos, a causa de sus creencias religiosas, fueron víctimas de una segregación que se incrementó paulatinamente y que llegó a obligarlos, por ejemplo, a ir vestidos con una indumentaria o símbolos distintivos. También fueron privados, mediante la ley o por la práctica consuetudinaria, de una parte significativa de los derechos de qué disfrutaba la mayoría cristiana, como el acceso a los cargos administrativos. Además, fueron objeto de frecuentes persecuciones y de continuas prácticas intimidatorias, sobre todo durante la Semana Santa. Al odio y animadversión de qué eran objeto por su religión, se añadía el motivado por una de sus actividades más características, junto con el comercio y los trabajos de la artesanía: el préstamo dinerario.

Ciertamente, los judíos se aprovechaban -como lo hacían también muchos cristianos- de las dificultades económicas que asfixiaban los prestatarios, pero no es menos cierto que no eran la causa de esa situación. Las amenazas y las agresiones de tipo esporádico se convirtieron en un alboroto generalizado cuando, en julio de 1391, se propagó en Mallorca la oleada de antisemitismo que, aquel año, se había extendido, como una mancha de aceite, en gran parte de la Europa católica y que solía materializarse en persecuciones y asaltos en las juderías. En agosto de 1391, un gran número de hombres de la Part Forana, a los cuales se unió un buen número de residentes en Ciutat, destruyó el Call de Inca y asaltó el de Ciutat y, al parecer, también hicieron lo mismo con las viviendas de los judíos del resto de villas de Mallorca. Es cierto que este levantamiento tuvo también una indudable vertiente reivindicativa -sus portavoces solicitaron, entre otras iniciativas, la supresión de los impuestos indirectos y profundas reformas institucionales-, pero no es menos cierto que este episodio no se puede desligar del intenso antisemitismo de la mayoría cristiana “de natura”. Los asaltos y saqueos causaron el pánico de los judíos mallorquines: muchos huyeron, sobretodo al norte de África y los hubo también que continuaron residiendo en la isla, convirtiéndose al cristianismo. Aún así, una fracción importante de los judíos mantuvo su residencia en Mallorca. La conversión no libraba a los antiguos judíos de la segregación ya que el converso continuaba siendo un ciudadano bajo sospecha. Bajo la sospecha de querer huir a África y abrazar de nuevo el judaísmo, o de practicarlo en privado y de relacionarse con los judíos que continuaban habitando en el Call. En 1435, ante el peligro de volver a sufrir un ataque parecido al de 1391, la totalidad de judíos mallorquines se convirtieron al cristianismo. Una conversión que, muy a menudo, sólo fue nominal lo que motivó, a partir del 1488, las persecuciones de la nueva Inquisición castellana.


En los últimos decenios de la dinastía privativa de Mallorca, y sobre todo a partir de la reincorporación del Reino de Mallorca a la Corona de Aragón, se asistió a un aumento continuado de la presión fiscal. Ese aumento de la fiscalidad, común a los diferentes territorios de la Corona de Aragón, estaba causado básicamente por dos causas. En primer lugar, por la financiación de la política expansionista de la Corona de Aragón en el Mediterráneo. En segundo lugar, por la voluntad de la monarquía de mantener el volumen de sus rentas, muy menguadas como consecuencia de la crisis agraria y de diferentes epidemias, entre las cuales destaca la Peste Negra de 1348. Esta fiscalidad conoció dos modalidades básicas: la indirecta, que gravaba determinadas actividades y el tráfico de productos, sobre todo de los de primera necesidad, y de las mercancías; y la directa, implantada sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIV, que consistía en repartir la cuota fiscal asignada a cada población (la talla) entre sus vecinos, en función de la riqueza de cada uno de ellos. La Universidad del Reino de Mallorca, ante la insuficiencia de los mecanismos recaudatorios ordinarios, tuvo que recurrir a la emisión de deuda pública para poder paliar su falta de liquidez. La adquisición de la gran mayoría de esta deuda por acreedores del condado de Cataluña provocó un problema añadido, la constante sangría de moneda hacia otras entidades políticas. El endeudamiento por este concepto pronto adquirió proporciones alarmantes. En 1372, el pago de los intereses consumía el 90% del total de los impuestos ordinarios. El diseño y aplicación de diferentes planes de reforma de la hacienda del Reino no pudieron impedir su quiebra.

En 1405 se acordó el denominado Contrato Santo, mediante el cual todos los ingresos procedentes de los impuestos se dedicaron al pago y la amortización de la deuda. Este Contrato no consiguió solucionar la crítica situación de las finanzas, a causa del desequilibrio existente entre los ingresos y los gastos del Reino y, seguramente, porque la liquidación de la deuda no interesaba a buena parte de la clase dirigente isleña, puesto que iba incrementando paulatinamente su importancia como acreedora del Reino y que pasó a obtener buena parte de sus rentas por este medio. Esta situación se agravaba todavía más por una constante en la historia del Reino de Mallorca, las frecuentes carestías de cereales, que obligaban a la Universidad del Reino a llevar a término continuas compras de trigo en mercados exteriores para el abastecimiento de la isla. El drenaje de moneda que suponían estas compras sólo era paliado por los ingresos reportados por las dos principales fuentes de ingresos del Reino: en primer lugar, y no necesariamente por orden de magnitud, la actividad mercantil, que mantuvo su importancia, a pesar de la contracción del tráfico comercial en el Mediterráneo; en segundo lugar, la exportación de tejidos mallorquines en diferentes mercados mediterráneos, sobre todo italianos. La manufactura textil mallorquina se benefició de la abundancia de la producción de lana de la isla y del control de determinados mercados por la Corona de Aragón, como el sardo y el siciliano, y experimentó un gran desarrollo en la segunda mitad del siglo XIV, que continuó durante todo el siglo XV.


Como consecuencia de ese desarrollo, la actividad manufacturera devino uno de los puntales de la economía isleña, tanto por el volumen de los ingresos que generaba, como por la población que estaba involucrada, directamente o no, en su producción. La segunda mitad del siglo XIV y el siglo XV serían momentos difíciles para la agricultura mallorquina, puesto que la producción agraria, sobre todo la de cereales, descendió muy por debajo de los niveles alcanzados durante la primera mitad del siglo XIV. Esa disminución, que se enmarca en una tendencia recesiva similar a la que se experimentaba en el resto de economías feudales, no se debía únicamente a la mengua de población que se produjo en Mallorca durante esta época, como se deduce del hecho que las cosechas disminuyesen tanto en magnitudes absolutas como también en lo que concierne a la producción per cápita, que también se redujo significativamente durante la segunda mitad del siglo XIV. Por lo tanto,en esa tendencia recesiva intervenían a la vez diferentes factores, que iban desde la misma crisis demográfica hasta la reconversión de espacios de cultivo en pastos dedicados a la ganadería, ya que esta última actividad se veía estimulada por el incremento de la demanda de lana generado por la manufactura textil mallorquina y, en buena parte, del exterior de la isla, fundamentalmente de las repúblicas italianas.Tras su reintegración a la Corona de Aragón (1343), el Reino de Mallorca conservó sus instituciones, hasta que fueran abolidas por el Decreto de Nueva Planta. En consecuencia, su única vinculación con el resto de territorios de la Corona fue compartir el mismo rey y la asistencia las Cortes Generales.

Bibliografía:
Mas i Forners A.: Historia de Mallorca

Continuara con: La ciudad en el siglo XVI a XVIII

12 comentarios:

  1. Menudo repaso me has hecho leer.

    Con respecto a la persecuciòn a los judìos, hay algo que no me queda en claro. No eran culpables de la situaciòn, pero fueron perseguidos en casi todas las sociedades y paìses, y siempre por las mismas razones.

    Algo deben haber hecho, supongo.

    Un abrazo.

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    1. Si Santillán, saber tener dinero en el momento oportuno. Descubrimiento de tu continente, guerras entre reinos, etc. y luego tener la osadía de reclamar lo prometido. Por otro lado me da que han sido los los propulsores de los actuales usureros (bancos incluido. Armando Guerra)

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  2. Nunca estuvo Pedro III conforme con la distribución de los reinos hechos por su padre. De hecho consideró a Jaime como vasallo suyo y, ciertamente, la muerte del rey aragonés es lo que impidió la conquista decida por Pedro después que Jaime se pusiera de parte de Felipe III de Francia en la guerra contra Aragón.
    Muy interesante, Lorenzo, tu artículo. Un abrazo.

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  3. Excelente y amplia visión la que nos has dado. Muy bien expuesta.
    Saludos

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  4. Lama la atención las cifras de la sociedad esclava, ya que entre un 10 y un 30 % lo eran, aunque con el tiempo se pagaran la libertad. Aún así, tremenda entrada del medievo que nos presentas.
    Seguiremos la continuación.
    Saludos¡¡¡

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  5. Gaucho: Un poco larga si, pero es que no sabía por donde cortar.

    Respecto a los judios, creo que han servido como el chivo expiatorio de todos los males, en todos los tiempos y en todos los lugares.

    Un abrazo amigo.

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  6. desde la terraza: Muy acertada tu observación del rocambolesco final entre hermanos.
    Un abrazo.

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  7. Antorelo: Gracias por su amable comentario.

    Saludos cordiales.

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  8. Javier Peralta: Las antiguas civilizaciones, y entre ellas, ésta de la Mediterranea, se sustentaban con la esclavitud. Algo que ni por asomo se planteaban que fuera algo que estuviera mal.

    Saludos

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  9. Muy interesante, en mi opinión no hay nada que recortar.
    Me encanta la exposición de toda la época medieva.

    Saludos

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    1. Amplio y aclaro el amplio e interesante comentario de la Historia del Reino de las Mallorques, que no es o no hace referencia al titular de Historia de Palma. Este nombre tiene su origen en Roma, pues fue Cayo Cecilio Metelo, el general romano que conquisto las islas para el imperio. Su dificultad en conquistar Mallorca (o Kromiusa como la habian bautizado los griegos), le dio el nombre del icono por una victoria o acontecimiento que se utilizaba en las culturas del Mediterraneo: la PALMA y a las islas una "Mayorica" y otra "Minorica". Recordemos que Jesus entro en Jerusalem rodeado de estas. Aquel romano consiguio conquistar las islas tras vencer a los agresivos "ballarium" (lanzador), grandes diestros en el uso de la honda y conocidos por el Imperio Romano, al utilizar unos 550 de estos "ballarium", el cartagines Anibal junto a sus elefantes como fuerzas de "artilleros" que rompian las formaciones del ejercito romano. De ahi los dos toponimios del archipielago: Palma y Baleares.
      Ahora bien en nombre de Palma dejo de utilizarse con la llegada de los arabes que la rebautizaron como "Medina Mallorca", que respetaron los cristianos cuando la conquista con la denominación de "Ciutat de les Mallorques", ya que fué un reino de varias islas y tierras en el continente. Este se mantuvo hasta 1715 con el decreto de nueva planta. Por lo que el nombre de Palma ha sido durante menos de 900 años de sus 2.100 de su creación.

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  10. La historia de la isla es muy interesante, gracias por dejarla plasmada, nuestro país es muy rico gracias a las diferentes culturas que se han asentado aquí.

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